Al grito de «¡En marcha, esforzados moros!, ¡A las armas!, ¡Por el honor del Islam!, ¡Por la gloria del Profeta!» de la embajadora mora Marian Sivera, de la filà Malvins, se inició al mediodía de ayer en la plaza de la Iglesia la batalla entre las fuerzas moras y las cristianas para conquistar el castillo de Altea que estaba siendo protegido por el rey cristiano José María Sellés, junto a sus tropas de Els Maseros, y apoyados por Els Templaris con su joven líder, el alférez Javier Lloret. El rey cristiano dio la orden de la batalla animando a sus caballeros a una lucha victoriosa bajo la protección de Sant Blai y el Cristo.

Pero para llegar a este momento álgido, una hora antes se concentraban las diferentes fuerzas moras y cristianas en un batalla por las calles del casco antiguo. Los moros iban subiendo desde la Plaza de la Cruz y tomando posiciones clave al tiempo que provocaban el repliegue de los cristianos hasta el castillo. Poco después, en un momento de tregua, la embajadora mora entraba en la plaza de la Iglesia acompañada por su rey Toni Doménech y su séquito con la alférez María Llinares, de Els Tuareg. En el parlamento, la embajadora mora recordó como sus gentes habían sido expulsados años atrás por los cristianos de una Altea que consideraba suya, puesto que allí había nacido. Llegó en son de paz, y el rey cristiano la recibió desde lo alto de las almenas. El masero Sellés la atendió con buenas palabras, pero después, al ver las intenciones secretas de conquista de los moros, se entabló un parlamento más duro hasta llegar finalmente a las armas y la consecuente derrota y expulsión de los cristianos.