El castillo de Polop, testigo de batallas y de historias de señoríos feudales, fue también último reposo para cientos de personas durante más de dos siglos, hasta que en 1945 el cementerio municipal se trasladó a otro lugar. Poco antes, sin embargo, había sido fuente de inspiración para el escritor Gabriel Miró, quien dejó plasmadas en su obra sus impresiones sobre lo que definió como «huerto de cruces». Tras décadas de abandono, los restos del antiguo cementerio han recobrado en los últimos años el esplendor estético y monumental de tiempos pasados.

La restauración y recreación de este espacio según las descripciones que de él hizo Gabriel Miró en su libro de relatos «Años y leguas» ha hecho que el viejo camposanto se haya convertido en un importante reclamo patrimonial y turístico para Polop, unido a los ya existentes. Además, permite acercarse a la figura del escritor y conocer su estrecha relación con la localidad, junto con la casa museo habilitada en el casco urbano. Miró conoció este cementerio tras su primera toma de contacto con Polop en 1921. El recinto era pequeño, adaptado a las limitaciones que imponía el espacio: tumbas en tierra -ocupando casi hasta el último rincón disponible-, unas pocas hileras de nichos y tres panteones más destacados, todo ello alrededor de los restos de la torre del homenaje.

Añadiendo recursos literarios a las descripciones, y mezclando hechos reales y ficción, el escritor reflejó las características del cementerio, donde siglos atrás ya se habían producido otros avatares. A finales del siglo XI el Cid anduvo por estos lares, y durante la Guerra de las Germanías, en el verano de 1521, la fortaleza fue escenario de la matanza de cientos de moriscos que acababan de convertirse al cristianismo. Todas estas vinculaciones históricas han animado al Ayuntamiento a participar en la tercera edición del Concurso de Cementerios de España que organiza la revista especializada «Adiós Cultural», en la categoría de Mejor Historia Documentada en el camposanto.

El concejal de Cultura, Andrés Barcelot, impulsor de la idea, explica que tras conocer la existencia de este certamen consideró que podría ser «una excelente forma de dar a conocer el cementerio y el pueblo en su conjunto», y que, más allá del resultado, «puede hacer que se divulguen» el atractivo del lugar y sus particularidades, así como la obra de Gabriel Miró y su vinculación con el municipio. Al mismo tiempo, cree que es «dar al pueblo de Polop buena parte de su historia», ya que muchos vecinos, explica, han sabido más datos y anécdotas del antiguo recinto funerario gracias a su restauración.

El «cementerio literario» de Polop -nombre con el que el Ayuntamiento lo está promocionando- es el único de los recintos que se presentan a esta edición del citado concurso donde ya no se practican enterramientos. No obstante, el edil de Cultura espera que esto no sea un contratiempo, sino que se ponga en valor como singularidad. El certamen depende de una votación popular a través de la página web de la revista. En cualquier caso, Barcelot reitera que, al margen de esto, el concurso es «un escaparate» para que se conozca el lugar. Eso mismo ocurrió ya en la edición anterior con el cementerio de Sant Antoni Abat de Alcoy, que resultó ganador en la categoría de Mejor Monumento Funerario.

Referencias mironianas

La figura de Gabriel Miró es casi omnipresente en el recinto. En el pórtico de entrada se han instalado fotografías del escritor en el mismo lugar, y dentro se han colocado paneles explicativos en puntos concretos que se recogen en «Años y leguas». Un ejemplo es la sepultura de Salvadora Penalva y Moscardó -con su lápida original-, una joven fallecida en 1858 y cuyo epitafio recabó el escritor alicantino, o la «tumba del forastero suicida». También se recuerda a Joaquín González Grau, «el Tio Ximo Bum», que era el enterrador que acompañaba a Gabriel Miró en sus visitas al cementerio y le explicaba historias y leyendas sobre el pueblo. Falleció en 1930, al igual que el escritor, pero quedó inmortalizado como un personaje de «Años y leguas» con el seudónimo de Gasparo Torralba.