Si las fotografías pudieran transmitir olores, es probable que al acercarse a cualquiera de las dos imágenes que ilustran esta información pudiera sufrir lo más parecido a una arcada. La falta de renovación, limpieza y mantenimiento de buena parte de los contenedores de la conocida como «zona inglesa» de Benidorm provoca esta misma sensación a las decenas de turistas que transitan diariamente por calles como las de Gerona, Filipinas, Lepanto, y supone una cruz para los residentes que viven en ellas durante todo el año.

«Esto es indecente. Huelen fatal siempre, pero ahora, cuando llega el verano, es que no se puede soportar», se queja Concha, una mujer natural de Salamanca pero que pasa junto a su marido cuatro meses al año en un apartamento de la calle Gerona de la ciudad. Su queja se comprueba con un simple paseo por la zona o hablando con cualquier otro vecino o turista. «Está todo muy sucio, las aceras también, porque limpian sólo con agua y aquí lo que hace falta es meter un buen desinfectante», relata Puri, otra mujer que reside en la zona, mientras cruza la calle Mallorca portando un repleto carrito de la compra.

A diferencia de otros barrios de Benidorm, donde los mayores problemas los generan los contenedores de residuos, en la también conocida como «zona guiri» la principal queja proviene de los depósitos de reciclaje de vidrio. Bares, discotecas y hoteles, que atraen cada año a miles de turistas británicos, generan diariamente una gran cantidad de botellas, sobre todo de bebidas alcohólicas, que acaban en estos contenedores. «Y siempre queda algún «culín». Cuando tiras una y otra, y otra, y otra, muchas veces los vidrios se rompen, el líquido se va quedando en el fondo del contenedor» y va fermentando. «Y huele, claro que huele», explica el camarero del pub Stardust, que tiene justo enfrente dos «iglús» verdes.

Efectivamente, el «poso» que generan todos los brebajes que se juntan dentro de estos depósitos se ve perfectamente desde fuera, puesto que en muchos casos se acaba filtrando por la base a la vía pública. A ello se suma la suciedad que impregna el exterior de los contenedores, llenos de salpicaduras; la mugre que los bordea y, en ocasiones, pequeños charcos de líquido derramado que se quedan en el suelo. Trabajadores de la zona explicaron que los operarios encargados de su mantenimiento «los limpian de vez en cuando con una manguera por dentro, pero solo con agua». Y ese lavado de cara no evita que el olor que generan sea nauseabundo.