La cita para realizar la entrevista se desarrolla en un «impasse» entre dos compromisos de una jornada repleta de ellos. Viene de asistir a la representación del Hallazgo de la Virgen que celebran en un colegio y va a cortar ramas para decorar los altares y las calles por donde transcurre la procesión del Corpus. Francisco Llorens Orts, conocido por todos en Benidorm como Paco Rosera, no sabe decir a nadie que no. «Soy así y a estas alturas ya no voy a cambiar», afirma con resignación.
Nació en la plaza de la Creu en el año 1948, siendo el hijo menor de Ramón y María, sus padres biológicos. Al poco de venir al mundo, su madre cayó enferma y murió cuando Paco apenas había cumplido los dos años. La dificultad de la época, unida a la viudedad del padre y al duro trabajo que éste realizaba en el campo, llevó a la familia a tomar una decisión que cambiaría su vida. Sus tíos Ginés y Dolores, que le habían cuidado durante la enfermedad de la madre, se harían cargo del menor de los niños para aliviar el peso al viudo, acogiéndolo como un hijo propio. «Y a partir de ahí pasé a tener dos padres, papá Ramón y papá Ginés».
La calle Santa Faz se convirtió entonces en el lugar que acabaría por determinar el carácter de nuestro protagonista. La cercanía de su casa con la Iglesia de San Jaime y Santa Ana hizo que el niño creciera «debajo de las campanas, escuchándolas a todas horas. Siempre digo que de ahí me viene lo de tener tanta vocación», cuenta entre risas. Razón no le falta. Desde bien pequeño fue el niño de los recados de todas las vecinas de su calle y se crió rodeado de gente vinculada a esta parroquia, la única que existía en Benidorm y donde se custodia la imagen de la patrona. A partir de entonces, nunca volvió a desvincularse del templo, donde participa activamente como miembro del consejo parroquial, de Cáritas, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la procesión del Corpus, y todo para lo que se le pida ayuda. Es lo que tiene eso de no saber decir que no.
Cumplidos los siete años, otro hecho luctuoso golpeó de nuevo a la familia. Su tía/segunda madre Dolores quedó viuda. Corría el año 1955 y Benidorm comenzaba a despuntar como destino turístico. Terminó sin dificultad el colegio y, a los 12, hizo el ingreso en el Lope de Vega. Para ayudar a la familia, comenzó a trabajar como botones en el Hotel Canfali, muy cercano a su domicilio. «No tenía sueldo, porque era un niño, pero sólo de propinas me sacaba en un verano tres o cuatro mil pesetas de la época», unas ganancias que, junto a las becas municipales compartidas, le permitieron sufragar sus estudios en este colegio.
En el Canfali conoció un mundo nuevo. «Venía gente con cochazos, los ciclistas más famosos o artistas y gente de la casa discográfica Zafiro cuando era el Festival de la Canción. Era un espectáculo». Ya en la edad adulta, tras unos años trabajando en la tienda de Jaume Ronda en la entonces calle de José Antonio, regresó al sector de la hostelería, ingresando en la plantilla del Hotel Agir, que se convertiría en su segunda casa desde 1978 hasta el año 2009, cuando se jubiló. «Yo estaba en la recepción, pero los primeros años hacíamos de todo: igual daba estar allí que en la cocina, las habitaciones,... Estábamos todos muy involucrados en el hotel, como una gran familia. Y seguimos siéndolo», mantiene.
Entrega incondicional a la Fiesta
No hay nada por lo que Paco Rosera tenga más pasión que por las Fiestas Mayores de Benidorm y por sus patronos, la Virgen del Sufragio y San Jaime. Fue mayoral por primera vez en el año 1972, a los 24 años, y desde entonces «habré sido... No podría decírtelo porque he perdido la cuenta; pero al principio prácticamente mayoral un año sí y uno no y, cuando no he sido, he estado en todo para a ayudar».
Esta entrega incondicional le valió el pasado año, coincidiendo con el 275 Aniversario del Hallazgo de la Mare de Déu, el título de presidente de honor a perpetuidad de la Comisión de Fiestas Patronales, una distinción ratificada por pleno y que a Paco le pilló por sorpresa. «No sabía nada y, cuando me nombraron para entregarme el título en mitad de la Ofrenda de marzo, fue el acabose. El día más feliz de mi vida. Creo que si me hubiesen dado un millón de euros, no me habrían hecho ni la mitad de feliz», relata con emoción.
Además de este cargo, preside desde la muerte de Pepe Bayona la Asociación Cultural y Recreativa La Barqueta, encargada de mantener vivas las tradiciones locales y cuyo acto más relevante es la Escenificación del Hallazgo de la Virgen del Sufragio, una representación que se inició en 1971 sobre el texto de Pere Maria Orts i Bosch, que marca el inicio de las Fiestas en el mes de noviembre. «En la Barqueta tiene pinta de que me va a tocar seguir siendo también presidente hasta la eternidad. Cuando hacemos la asamblea, nunca hay nadie que quiera presentarse. Y siempre me toca seguir».
Ahora bien, quien lo busque en todos estos actos, ha de saber que no lo encontrará en la foto. Nunca. Porque, aunque está siempre y en todo, no hay sitio donde más cómodo se sienta que estando en la sombra.
La Semana Santa y los belenes son otras de sus grandes pasiones. La primera, por su vinculación a todo lo religioso. La segunda, «porque es una de las cosas que hacíamos todos los niños del pueblo. Cuando llegaba la Purísima, empezábamos a montar el belén con piezas que comprábamos en Casa Elio, que hacíamos nosotros o que le cambiábamos por ropa o zapatos viejos a un "tramusero" que venía en burro. Y competíamos por ver quién hacía el mejor belén».
Con el paso del tiempo ha reunido una colección de más de 400 belenes, que el próximo invierno prevé exponer en el museo Boca del Calvari. «Me hace mucha ilusión, como cuando los montábamos de niños».
