La lápida sepulcral leonesa del siglo XV recuperada el pasado miércoles en Altea por la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana, y depositada provisionalmente en el Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ), será reclamada oficialmente por el Ayuntamiento de León, según una noticia publicada ayer por medios locales.

La lápida perteneció a Inés Álvarez, mujer del caballero Rodrigo Alonso del Toral de Lope. En el centro de la misma aparece esculpida la imagen de la difunta envuelta en hábitos, según la costumbre medieval, con la cabeza reposando sobre un cojín, y el texto que la rodea indica que falleció en 1448, cuando reinaba Juan II de Castilla. La pieza arqueológica está rota y le falta «un tercio o un cuarto del total de la lápida», según consta en un estudio de investigación que sobre la misma elaboró en 1988 el catedrático de Ciencias Historiográficas de la Universidad de Alcalá, Carlos Sáez Sánchez (fallecido en 2006).

En dicho informe, el profesor afirma que la lauda funeraria «fue encontrada semienterrada cerca del cauce del río Torío, al norte de León, por don Pedro Ferrándiz en un hallazgo casual» y que «actualmente se encuentra en la casa de José María Planelles, ex alcalde de Altea».

Y fue en el jardín de la antigua casa de este (actualmente hay un edificio de apartamentos) donde se encontró a principios de este mes durante las obras de ampliación del paseo marítimo de Altea. El pasado jueves, Pedro Ferrándiz, que en la época en que encontró la lápida sepulcral era entrenador del equipo de baloncesto del Real Madrid y tenía su segunda residencia en la urbanización Sierra de Altea, señaló a este periódico que a mediados de los años sesenta «estaba hospedado en el Hostal Parador San Marcos de León y cuando paseaba por la orilla del río Torío tropecé con la losa».

El laureado entrenador explicó que «hablé con el personal del hostal y les dije que me gustaría tener la pieza porque estaba abandonada y semienterrada junto al río. Me dijeron que me la enviarían a Altea como así pasó pocos días después».

Pedro Ferrándiz recuerda que la pieza estaba completa y que cuando vendió su casa de Altea a principios de los 70 «se la dejé a José María Planelles para que la cuidara hasta que yo tuviera un espacio más amplio».