Llena de charcos los días de lluvia y de suciedad en cada rincón prácticamente los 365 del año. Así recibe diariamente a miles de personas la estación de autobuses de Benidorm, que ofrece un aspecto de total abandono en el que la limpieza y el mantenimiento brillan por su ausencia.

El limbo legal en el que se encuentra la concesión de la terminal, gestionada por el empresario Enrique Ortiz pero cuya adjudicación está anulada por el Tribunal Supremo desde el año 2012, ha hecho que desde un tiempo a esta parte el cuidado del edificio, tanto de la zona de autobuses como de la superficie comercial, se haya ido reduciendo hasta quedar bajo mínimos. Así lo trasladaron ayer los trabajadores de los escasos establecimientos abiertos en este espacio, que se lamentan porque «hay mucho movimiento de gente que viene a comprar o al gimnasio, sin contar con todos los turistas que pasan por aquí, y la verdad es que todo está que da pena».

No hay que andar demasiado para comprobarlo. Ya desde la entrada, las cristaleras de la fachada trasladan que llevan tiempo sin que nadie les haya pasado un trapo. Una vez dentro, lo que debía ser un mostrador de información al público acumula varios dedos de polvo, lo mismo que todos y cada uno de los cristales que forman las barandillas de las dos plantas del centro comercial o los del ascensor central, sucios a más no poder y que apenas dejan ver lo que hay al otro lado. Y lo mismo ocurre en el suelo, sobre todo en los rincones hacia donde el aire arrastra la basura y donde este diario presenció ayer colillas, botellas vacías, vegetación seca, restos de comida, polvo y hasta restos de un preservativo, todo ello en una zona de paso.

Cables descolgados o tirados por el suelo, paneles del techo que se han caído y no han sido repuestos, escaleras y rampas mecánicas que funcionan un día sí y dos no, elementos oxidados, pintadas en los lavabos y paneles informativos en los que apenas se puede leer nada porque han arrancado todas sus letras completan parte de esta postal que hace de la estación de autobuses un espacio «de vergüenza. Está de vergüenza, porque mires por donde mires, te encuentras algo», manifiesta una ama de casa, que arrastra su carro de la compra camino del supermercado ubicado en la primera planta, mientras critica: «Encima, si llueve como hoy, se pone todo lleno de goteras y charcos y no hay nadie que venga a arreglarlo».

La estación de autobuses se inauguró a finales de 2007. En el proyecto inicial, preveía 500 metros cuadrados de superficie comercial que acabaron convirtiéndose en 10.000, una de las causas que motivó la anulación en los tribunales de la licencia y de la adjudicación otorgadas por el Ayuntamiento a Ortiz. De los 24 locales comerciales que se crearon, ahora sólo hay ocupados cuatro, lo que contribuye aún más a la imagen de abandono que ofrece el recinto. Y ello, a pesar de el amplio tránsito de viajeros que registra la terminal, con cerca de un millón de turistas al año.