Resulta difícil imaginar su rostro sin una inmensa sonrisa. Esa sonrisa con la que siempre salió adelante por cuesta arriba que se pusiera la vida y con la que se hizo querer allá donde fue. Pere Rostoll Agulló falleció la noche del viernes a los 68 años de edad y su marcha deja a Benidorm sin uno de sus «hòmens bons».

Hijo de Pere «Cabera» y María «l'esclau», nació en la calle La Palma, en pleno corazón de un pueblo que en aquel 1947 luchaba por superar la postguerra comenzando a atraer turismo de allá donde fuera. Y ese espíritu de superación también fue una de las señas que marcó su carácter. Con sólo 15 años comenzó a trabajar como botones en la entonces Caja de Ahorros del Sureste, puesto desde el que fue escalando hasta convertirse en director de varias oficinas antes de abandonar la sucursal por la empresa privada.

Lo mismo hizo en el ámbito familiar. Siendo el mayor de cinco hermanos, la pérdida prematura del padre convirtió a Pere en el cabeza de familia de los «Cabera» a los 33 años de edad. Para entonces, ya estaba casado con Elvira, su fiel compañera durante el último medio siglo y con quien tuvo a sus tres hijos, Pere, Marisa y José, que les hicieron abuelos de tres nietos.

A todos ellos, además de muchas lecciones de vida, inculcó su amor por Benidorm, por sus fiestas y por sus tradiciones. Porque era difícil participar en un desfile, en una procesión o en cualquier acto social de cuantos se organizan en la ciudad sin que allí estuviera él, disfrutando con su mirada de niño de cualquier acontecimiento que se celebrara en el «seu poble».

Además participó en ellos activamente. De joven tocó la trompa en la Unión Musical de Benidorm, de cuya directiva formó parte bajo el mandato de José Pérez Barceló. También fue directivo del Benidorm Club de Fútbol y miembro, entre otras, de la Asociación Cultural y Recreativa La Barqueta, de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y dels Mariners de la Mare de Déu.

Benidorm llora desde el viernes la pérdida de uno de los suyos. De un hombre bueno. Ahora, a buen seguro, cada domingo de Fiestas volverá a lucir allá donde esté su marinera blanca. Y se unirá a los suyos y acompañará a la Virgen por las calles de un pueblo que ya le echa de menos.