La Vila Joiosa ha hallado una nueva necrópolis que se unen a las conocidas de Poble Nou y Casetes de la ciudad de Allon (la Vila Joiosa). La empresa Arquealia llevó a cabo, el pasado mes de octubre, una excavación en la zona Palasiet en la que se encontraron restos en buen estado y que podrían pertenecer al año 100 de nuestra era. Este hallazgo, fruto de la excavación promovida por la promotora Solera I, ha dejado al descubierto tumbas de incineración romanas y una estructura hidráulica anexa, que quedaban prácticamente en el límite del terreno a construir.

En la ciudad romana de Allon, la Necrópolis Palasiet, estaría ubicada a los lados del camino que unía el «municipium» con su término municipal (la Marina Baixa) por la costa, hasta Altea.

Uno de los enterramientos es un simple hoyo que contuvo los restos del difunto, junto a los cuales se depositaron cuatro vasos, una lucerna (lámpara de aceite) y dos monedas. Esta tumba tenía un cipo funerario de piedra, es decir, un bloque que señalizaba la posición de la tumba en el cementerio.

El hallazgo más sobresaliente es una tumba con características constructivas excepcionales, hasta ahora no documentadas en la Vila Joiosa. Este conjunto de especial interés es un túmulo o plataforma de aproximadamente 3'20 x 2'10 m, de tapial (barro apisonado) revestido de cal con núcleo interior de mampostería (piedras sin trabajar cogidas con barro).

La vinculación de la tumba con el agua parece clara. La mayor parte de los restos incinerados aparecen hacia el centro del túmulo, rellenando el tapial, y junto a ellos se localizan una olla, una jarra, una cantimplora, una lucerna y numerosos caracoles. Por debajo se localizan, en el ángulo nordeste, los restos de un banquete funerario. Sobre una pequeña hoguera fueron arrojadas hasta 14 piezas, casi todas relacionadas con la bebida: ocho vasos, dos platos, una pieza de vidrio, dos jarros y una moneda, además de caracoles. Cerca del lado norte se situó en vertical un ánfora de la que sobresalía la boca, para arrojar por ella el vino ritual, en las ceremonias que tres veces al año se realizaban en honor a los difuntos.

Antonio Espinosa, director de Vilamuseu, razonó que se trataba de una persona «de una categoría social alta, quizás un propietario de la villa suburbana (residencia señorial) de Barberes Sur».