«Un pueblo que no festeja, no es un pueblo vivo», dijo ayer el alcalde de Callosa d'en Sarrià, Josep Saval Gregori, poco antes de las 12 del mediodía. Y si de algo no hay duda, es que Callosa está más viva que nunca. Alrededor de 900 festeros y 330 músicos botaron al son de las dolçainas y los tabalets durante la tradicional «arrancà» que daba ayer el pistoletazo de salida a unas más que esperadas fiestas de Moros y Cristianos, en honor a la Mare de Déu de les Injúries.

Un sol más propio de verano no faltó al primer acto de las fiestas, uno de los más «especiales y emotivos», según la mayoría de los festeros. Tampoco lo hicieron el conseller de Economía, Rafael Climent, el president de les Corts, Enric Morera, o el diputado de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví; invitados por el equipo de gobierno local. También asistió el alcalde de Altea, Jaume Llinares.

Todos ellos, pudieron vivir desde un palco privilegiado -uno de los balcones del Consistorio- la particular «arrancà» de las fiestas de la localidad callosina, en la plaza del Ayuntamiento. «Lo que acabo de ver ahora mismo no lo he visto nunca en otros lugares, es algo diferenciador de las fiestas de Moros y Cristianos de Callosa», comentaba a este diario el conseller Climent, natural de Muro de Alcoy. «Es un placer conocer las distintas tradiciones de nuestro pueblo», añadía el político de Compromís.

En esta línea, Enric Morera destacaba la «emotividad» del acto y señalaba que «Callosa es un pueblo muy emblemático, porque ha sabido mantener su identidad. Seremos fuertes si proyectamos nuestra tradición más allá de nuestras fronteras, porque somos la potencia más grande del mundo en música en la calle».

Y ayer en las calles las ganas de fiesta se contagiaban a vecinos y curiosos al son de las charangas. Como es costumbre, el pasodoble «Callosa en Festes», del maestro José Vicente Asensi, en esta ocasión dirigido por José Vicente Such Savall, fue interpretado por todas las bandas que participan en estas fiestas. Luego las filaes, primero las cristianas, seguidas por las moras, recorrieron las principales calles del municipio, junto a sus bandas.

Tras el recorrido de las comparsas, tuvieron lugar los bailes de las pastorcitas para proceder después a la ofrenda a la patrona. Aunque, durante el traslado del altar a la estructura de la ofrenda, la talla de la Virgen sufrió un percance, cayó al suelo y se fracturó la corona, pero se solucionó sin problemas y la ofrenda se celebró tal como estaba previsto.