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El incierto futuro del plan Armanello

Las cicatrices del «boom» urbanístico

Fue una próspera zona de huerta para familias acomodadas y se ha convertido en un espacio degradado que el Ayuntamiento de Benidorm quiere adecentar

Una familia tiende la ropa, junto a su vivienda, en la zona Armanello de Benidorm. DAVID REVENGA

Las cicatrices de la burbuja inmobiliaria todavía escuecen en Benidorm. Especialmente en la zona de Armanello, donde los chalets y terrenos de huerta de familias pudientes de la ciudad se han convertido en esqueletos abandonados que dan hogar a más de 30 familias en riesgo de exclusión social, la mayoría llegadas desde Extremadura en busca de una vida mejor.

Ya no quedan limoneros, ni naranjos. La huerta ha desaparecido por completo, así como los ecos de una época pasada en la que nada hacía sospechar el accidentado porvenir de una de las áreas más caras por metro cuadrado de la capital turística. Pero ese dato, pese al deterioro actual de la zona, no ha cambiado, ni escapa al futuro desarrollo urbanístico de la ciudad. Es el último gran suelo virgen pendiente por construir en Benidorm, a través del Plan Parcial Armanello, adjudicado en el año 2000.

Este gran proyecto urbanístico sigue su curso, aunque ya no será la mercantil Enrique Ortiz e Hijos el agente urbanizador de los 667.000 metros cuadrados proyectados hace más de diez años. La Corporación municipal así lo decidió por unanimidad en el pleno del pasado mes de julio. No será Ortiz, pero otra empresa ocupará su lugar para urbanizarlo.

Las grúas se acercan de nuevo y ellos, «los intrusos que ocupan el solar», como son tachados por algunos vecinos, tendrán que buscar otro lugar a donde ir. Pero quieren que se les escuche, porque ese techo derruido y recompuesto una y otra vez con sus manos, aunque no es el hogar que les gustaría tener, es su «única salida para no vivir al raso», expresa de uno de ellos.

El Ayuntamiento de Benidorm prevé el derribo de las viviendas abandonas por sus antiguos inquilinos tras el verano, una vez tenga los informes de Patrimonio y Bienestar Social, que se encargarán de averiguar la titularidad de cada vivienda y qué personas, de las que ahora se alojan allí, necesitan asistencia social.

La mayoría de chalets de la zona ya no pertenecen a sus propietarios iniciales, sino a entidades bancarias, como explicaron desde el Consistorio. Según la edil de Urbanismo, Lourdes Caselles, una vez dispongan de toda esa documentación, podrán cursar la demolición de las casas, «de la mano de Bienestar Social, para que no se generen situaciones de necesidad real tras el desalojo», matiza la concejal. Una iniciativa que ganó peso tras la propuesta del grupo municipal Compromís-Los Verdes, los únicos que en la pasada sesión plenaria plantearon la urgencia de atender las necesidades sociales de estas familias, antes de pensar en el derribo.

Pero allí, en ese gran solar tan castigado por las condiciones climatológicas y la opinión pública, la política apenas se siente. Nadie les ha comunicado todavía el futuro que les espera. No quieren estar allí o eso es lo que aseguraron algunos de ellos a este diario, tras un recorrido por esta improvisada «comunidad de vecinos». No saben a quién pertenece la vivienda que a duras penas ocupan, sin luz ni agua corriente. Algún pozo de agua cristalina, como muestra Ángel con una sonrisa en su rostro, hace un poco más llevadera la estancia en el solar, pero siempre en cubos o palanganas. Otros, para la luz, utilizan tomas ilegales o «generadores que cuestan mucho dinero». Un dinero que aseguran ganar como pueden, la mayoría en la chatarra.

Armanello se asocia por muchos con una «mala imagen para la ciudad» o «un foco de delincuencia». Aunque la mayoría de sus gentes reciben con cordialidad a aquellos foráneos que se acercan por allí. Pero están cansados de preguntas que no acaban en ninguna parte y a veces agravan su situación.

Y la realidad duele. Los que hoy viven allí no tienen otro lugar a donde ir. «Aquí por lo menos tenemos un techo, a mí no me importaría vivir en la calle, pero no me lo perdonaría con mis tres hijos», comenta un padre de familia con una voz que destila sinceridad y resignación.

Si en algo coinciden las más de 15 personas con las que pudo hablar este periódico, es que estarían «encantados» de tener la opción de pagar un alquiler social en torno a los 150 o 200 euros para «vivir dignamente». «Esto no es vida», explicaban en otra de las casas. «Vivimos peor que en el tercer mundo, si me dan un alquiler con una letra que pueda pagar estupendamente, si no, ¿con mis 4 hijos dónde me voy? No encuentro trabajo. ¿Me voy al Ayuntamiento a dormir?», argumentaban.

Esta familia lleva cinco años en Armanello, algunos menos que Carolina y Perico, quienes aseguraban que en los más de 14 años que llevan viviendo allí han visto cómo la zona ha ido evolucionando a peor: «Esto era gloria bendita, pero han venido muchas personas que lo han echado a perder». La madera de muchos árboles se utilizaba para calentar las casas y cocinar en invierno, pero hoy son pocos los árboles que quedan en pie, dando una imagen más inhóspita del solar y evidenciando la cantidad de basura que allí se acumula.

Asimismo, en el pleno de julio, alguna formación municipal indicó que esta zona, cercana a la playa de Levante, precisaba de un «urgente lavado de cara» al suponer «un foco de delincuencia» en pleno corazón de la ciudad.

«Sí, a lo mejor da mala imagen, pero no tenemos dónde ir. Nosotros vinimos de los Playmon cuando murió mi padre, salimos de allí porque no nos gustaba el ambiente que había y encontramos este lugar», comentó uno de los vecinos afectados a este diario. «¿Es que lo van a tirar?», preguntaban a lo lejos, con el ruido de la televisión de fondo, en otra de las viviendas.

La luz y el agua escasea. Son, según Horacio Manzano, presidente de la Asociación Integración Gitana de Benidorm, «los instrumentos de presión» que tienen las autoridades, para «empujarles» a salir de allí. «Hace pocos días vinieron y nos cortaron la luz», afirma Manzano en relación a unas tomas que de forma ilegal abastecían a buena parte de las viviendas. «Parece que se les trata mejor a los animales que a nosotros», añadía.

Fuentes municipales explicaron a este diario que el Ayuntamiento no puede impedir que las empresas privadas de luz y agua corten las tomas ilegales, algo que «hacen de forma periódica».

Un rincón de Extremadura

«En Extremadura hay mucha hambre, por eso muchos vinimos aquí a buscar trabajo», explica Horacio. La mayoría de las familias han ido mudándose a Benidorm, atraídos por el boca a boca que hablaba de un futuro mejor: «por lo menos aquí puedes sacar algo de dinero con la chatarra, allí no había nada que hacer». Él asegura haber sido albañil, electricista, fontanero y tiene la titulación, puntualiza, de vigilante desde el año 2000. Pero ahora, «no hay trabajo».

¿Una zona tocada por la suerte?

Ángel lleva un año viviendo entre Badajoz y Benidorm, vendiendo lotería y repartiendo suerte. Algo que cumplió la pasada Navidad cuando repartió 50 décimos del segundo premio de la Lotería de Navidad, el 92845, que compró en Madrid y vendió a varios vecinos de Armanello y de los Playmon F, un bloque humilde del barrio de Els Tolls. Muchos agraciados decidieron cambiar de barrio, pero otros prefirieron «repartir el premio entre la familia» a buscar un nuevo hogar. Pero ahora, parece que los elementos se alinean para que el «lavado de cara» de Armanello sea una realidad, tras más de una década paralizado.

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