Una silueta de Santa Marta de fuego, que iluminaba el mar vilero, parecía presagiar en la madrugada de ayer que una dura batalla estaba a punto de librarse en la popular Playa del Centro. No era otra que la del famoso Desembarco, un acto de las fiestas de Moros y Cristianos de La Vila Joiosa que recrea la llegada de las tropas sarracenas en el amanecer del 28 de julio de 1538. Sin duda, el más espectacular de estas históricas y famosas fiestas en la provincia. Detalles no faltaban. A las seis de la madrugada, todavía con la noche cerrada, en el agua del mar que baña la primera línea del casco antiguo de La Vila se podía distinguir la silueta de numerosos barcos que simulaban los veleros de la Media Luna.

En la arena, los cristianos no dejaban de hacer sonar sus atronadores arcabuces. Candiles de fuego y una música bélica decoraban, ante los centenares de asistentes, un espectáculo que le podía recordar a alguno a la famosa serie «Juego de Tronos». El caso es que, a pesar de que la «guerra» estaba a punto de arrancar, el espíritu festivo reinaba entre los combatientes. Algunos, de hecho, en vez de espadas, blandían alguna que otra copa en vaso de tubo. Quizá la última en una larga noche festiva. Otros dormían sobre la arena esperando la llegada de los guerreros musulmanes y los más comprometidos con sus compañeros daban las últimas vueltas a la carne en unas improvisadas barbacoas dispuestas en la playa para alimentar a los aguerridos combatientes.

Sobre las seis y media, Francisco Martínez, emisario de los moros, era el primero en desembarcar para tratar de negociar con el Rey Cristiano, que este año interpretaba Lorenzo Vinaches. Martínez, como es tradicional, llegó con los ojos vendados para platicar con el monarca. Poca suerte corrió este hombre en su misión, que volvió a su embarcación sin declaración de rendición, por lo que no quedó otra que comenzar la batalla en el mar.

Los cristianos bajaron a la playa al ritmo de sonoros tambores y cruzaron la portada de piedra que se inauguró este año y que decora un escudo que ha diseñado la Associació Santa Marta. Según dicen desde esta agrupación festera, es el que representaba al municipio en aquel lejano 1538. A los cristianos les costó decidirse meterse al agua a presentar resistencia contra la llegada de los infieles pero, al final, se pegaron el chapuzón. Aguadillas, estirones pero, sobre todo, muchas risas. E incluso algún tiburón hinchable que le daba un toque moderno a esta recreación.

Ganaron los de la Media Luna y una embajada mora acudió a la fortaleza cristiana que, en esta edición, gracias a su nueva ubicación, ha dejado una explanada mas grande para las representaciones. El embajador moro lo interpretaba José Vicente Llinares y su rey, José Luis Mesa. Ambos de la comparsa Artillería Mora. El embajador cristiano lo encarnaba Samuel Tirado, de la comparsa Caçadors. Los embajadores se enzarzaron en una discusión poética, en la que Llinares dejó claro que su sultán quería hacerse con la «Villa de las Joyas». Tirado le espetó que «por encima de sus cadáveres». Los moros acabaron tomando el castillo pero sólo les duraría la alegría hasta por la tarde. A las 20 horas, una vez que los vileros recobraron las ganas de fiesta, se desarrolló la Reconquista Cristiana, lo cual antecedió al Acción de Gracias en la Iglesia de la Asunción. Al finalizar, en la plaza de la Generalitat, se efectuó el disparo de veintiuna Salvas de Honor a cargo de la artillería cristiana, con la presencia de ambos reyes y el resto de autoridades civiles y festeras anunciando el Día de Santa Marta.

Mañana tendrá lugar, a las 12.00 horas, una misa solemne en honor a la patrona y una procesión, a las 20 horas, también como tributo a la querida Santa Marta.