­«Mi marido está preso y estoy sola con tres hijos, y no tenía ninguna gana de Navidad. Ahora lo voy a celebrar por todo lo alto por ti cariño, aunque no estés conmigo. Te quiero». Así le dedicaba su fortuna a su esposo Tamara Bustamante, una de los más de 50 vecinos de Benidorm que compraron décimos con el número agraciado con el Segundo Premio del Sorteo de Navidad, el 92845.

La mayoría residentes en algunas de las zonas más humildes de la capital turística: partida de Armanello, el edificio F de la urbanización Playmon y algunos enclaves del Rincón de Loix. Muchos de ellos con los recursos justos para vivir al día, o más bien para sobrevivir.

«Esta mañana no tenía ni para desayunar y ahora me voy a comprar un piso que se va a cagar la perra», subrayaba otro de los afortunados que junto a Tamara, y decenas de personas, celebraban ayer este golpe de suerte colectivo en la Avenida de Portugal, a la altura del bloque F de los Playmon. Música, cerveza, alegría; todo el mundo hacía gala de su maestría a la hora de marcarse unos pasos flamencos, de cantar y de abrazar a los que iban llegando contando que eran un poco más ricos que ayer.

Pero si había un protagonista allí ese era el padre de Tamara, Ángel Bustamante Vargas, el culpable de que toda esa gente viviera uno de los mejores días de su vida. Bustamante perdió hace poco su trabajo en el mercadillo, «porque la cosa vino mal», y decidió «sacarme unas perrillas vendiendo décimos de Navidad entre algunos de sus conocidos», tal y como él mismo explicaba ayer a este diario.

«Tengo un yerno en Madrid y le pedí que me enviara décimos de un par de números de una administración de allí. Me mandó del 23 y del 45, que es del que ha tocado, y de ése he vendido a más de 50 personas. He repartido muchos millones en Benidorm. A gente que lo necesita y que podrá tapar muchos agujeritos que tenía», reseñaba satisfecho este hombre de origen extremeño.

Cada boleto está premiado con 125.000 euros (unos 20 millones de las antiguas pesetas). Si la estimación de Bustamante es correcta, ha repartido en la capital turística más de 6,25 millones de euros. Lo que sí es un hecho es que la locura la había desatado ayer al mediodía en esta zona. «¡Somos ricos, ricos!», gritaba una mujer. «Ahora me podré dejar la patata (en referencia al trile)», se alegraba otro.

En definitiva, una juerga por todo lo alto. «Somos gente buena y cristiana. Esto lo ha hecho Dios, porque él lo sabe todo», recalcaba Alfredo Torosio señalando al cielo, uno de los impulsores del grupo religioso del culto de Los Chalets, al que pertenece también Ángel Bustamante y toda su familia.

Torosio afirmaba que algunos de los feligreses de Los Chalets habían sido premiados, por lo que parte del dinero iban a invertirlo en mejorar una iglesia que ellos tienen en la partida de Armanello.

A la mujer de Bustamante, Jesusa Vargas, que canta en el coro de dicho culto gitano, se le saltaban las lágrimas viendo a decenas de personas levantar a su marido en volandas como si fuera una especie de enviado celestial. El hombre izaba y movía al viento una fotocopia con el número. Un papel arrugado que ayer se había convertido en auténtico tesoro. «Era la primera vez que hacíamos algo así y mira lo que hemos conseguido», decía con los ojos empañados y agarrando a una de sus pequeñas, a la que en unos días seguro que le caen unos buenos Reyes.

La mayoría tenía claro lo que iba a hacer con el dinero. «Comer bien, beber bien y pasar unas Navidades como Dios manda. Y el resto guardarlo, a ver si con ese margen encuentro un trabajito bueno», manifestaba uno de ellos.

En definitiva, toda esa gente rezumaba alegría. Se convertían en protagonistas de una auténtica historia navideña, más emotiva incluso que la del anuncio con el que la Lotería de Navidad ha promocionado su famoso sorteo del 22 de diciembre. Una historia cargada de calle, de emoción, de esperanza pero, sobre todo, de realidad.