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El coste de ser un verdadero artesano

El gremio alerta de los precios «exagerados» que piden algunos organizadores a los feriantes

Ambiente de la feria de Artesanía de Altea, que se mantendrá hasta el día 24. david revenga

Su imagen es algo bucólica. Dan la impresión de vivir libres de todo, ajenos a los problemas a los que la mayoría estamos anclados como hipotecas o despidos. Sin embargo, la crisis económica ha puesto su supervivencia en peligro debido a un nuevo formato ferial nacido en los últimos años: los mercados «medievales donde se venden productos de fábrica como si hubieran sido elaborados de forma artesanal». Son, además, mercados contratados la mayoría de ocasiones por Ayuntamientos, pues salen a coste cero para las arcas municipales.

La tendencia, ya impuesta, va a más y parece imparable, aunque pasa desapercibida para quienes ignoran lo que pasa «entre bastidores» del mundo de la artesanía. Así lo ponía ayer de manifiesto Elvira Geurts, representante de Amata (asociación creada en defensa de la artesanía tradicional y actual) que este fin de semana organiza por quinta vez el mercado Nazareno de Alicante; la feria de artesanía de Altea (abierta hasta el día 24) y, a partir del próximo 17 de enero, la que se montará cada sábado por la mañana en Xàbia (Marina Alta).

Según explicó Geurts, el hecho de que cada vez haya más ferias temáticas de barrio y de municipios promocionándose con la palabra «artesanía» o «medieval» es que su verdadero público pierde el interés por estos eventos «ya cansados de ir a un mercado y no ver artesanía». Pero el problema, según apuntaba, es de mayor alcance.

No pueden competir contra estos mercados de ninguna manera. Los organizadores se ofrecen a los Ayuntamientos «a coste cero» a costa de cobrar en algunas ocasiones a los participantes «hasta 100 euros o más por metro lineal de puesto en un fin de semana». Una tarifa imposible de sufragar por un verdadero artesano, quien además tampoco podrá competir en precio con los productos de fábrica que le rodean.

Según Geurts, es lógico que ante la actual situación económica esta oferta parezca, a primera vista, «muy atractiva». La ve incluso perfecta para otro tipo de ferias, pero desde su asociación critican duramente que sean anunciadas como «medievales» o «artesanas» para acabar pareciendo «mercadillos semanales o bazares chinos disfrazados con banderas».

Tal consecuencia, según dice, es lógica. «Un auténtico artesano que vive en España y solo vende productos hechos con sus propias manos no puede permitirse participar en estos eventos, porque si el ayuntamiento no paga nada, el organizador tiene que pedir mucho dinero para cubrir los gastos de animación del mercado».

Actualmente, el promedio que vende cada artesano por mercado en un fin de semana durante los años de la crisis ha sido de unos 300 euros. Con esa cantidad deben pagar el combustible y los gastos de estar fuera de casa durante tres o cuatro días, los materiales y sus gastos fijos. «Si encima tienen que pagar hasta 180 euros por el puesto en este tipo de ferias, apenas les queda nada para vivir hasta la próxima feria», defienden desde el colectivo.

Y es que en el caso de que hubiera vendido casi todo, obteniendo más beneficio, éste debería dosificarlo para mantenerle hasta que, con sus propias manos, repusiera el género. «El vendedor de los otros puestos puede comprar nuevo material el lunes después de una feria y venderlo el próximo mercado -comenta Geurts- no tiene que trabajar entre semana para sustituir el material vendido, y puede comprar productos de fábrica o de artesanía del Tercer Mundo, fáciles de vender porque les cuestan poco aunque los vendan por el doble o el triple». Destaca, como consecuencia, que «el autentico artesano que se arriesga a participar en un mercado a coste cero se ve rodeado por puestos de reventa con los que no puede competir y vende aún menos».

Por todo ello, según reseñó la artesana, «es necesario comenzar a reivindicar y a exigir que al menos la gente sepa a dónde va y qué tipo de feria se ha montado en su localidad». Sólo así el público «disfrutará de un mercado de verdad original y artesano» y los artesanos podrán mantener vivos un modo de vida y una profesión que ha logrado seguir activa pese a las máquinas y el tiempo.

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