El pasado viernes, a las 23.30 horas, el yate «Fortuna» -ahora rebautizado «Foners»- que un grupo de empresarios mallorquines regaló en a Patrimonio Nacional para que fuera utilizado por el Rey Juan Carlos, atracó en el puerto de Dénia.

La compañía Baleària, que logró adquirir el flamante yate a principios de semana, decidió trasladarlo desde Mallorca hasta la capital de la Marina Alta para iniciar los trabajos mediante los cuales pretende reutilizar sus turbinas Rolls Royce Allison para adaptarlas a uno de los «fast-ferry» de la naviera.

De momento, según indicaron ayer fuentes de la compañía, no se ha establecido ningún calendario para iniciar los trabajos. «La única novedad- apuntaron - es que el barco ya está aquí, en Dénia, pero no hay fecha para su salida».

En todo caso, la mera «novedad»- la llegada del barco a Dénia- ya ha generado gran expectación. Los turistas no han cesado de acudir para posar y fotografiarse junto a los 41 metros de eslora del que fuera yate real y también fueron varios los medios de comunicación que contactaron con la empresa para intentar averiguar cual será el próximo paso de este yate de lujo.

Y es que, ya la compra, generó un revuelo que Baleària no imaginó y que provocó que recibieran centenares de llamadas durante las 24 horas posteriores al anuncio de la compra del «Fortuna» (entre ellas, el diario británico «The Times» para realizar un reportaje del redenominado «Fornes»).

Cabe recordar la apuesta del empresario de Dénia, Adolfo Utor, por adquirir este yate que alcanza los 70 nudos (130 kilómetros por hora), para reutilizar sus motores en un «fast-ferry» es innovadora al ser la primera vez que se realizará una operación de este tipo.

Baleària confía en que salga bien al colaborar habitualmente en la adaptación de otros ferry al gas licuado con la empresa fabricante de las turbinas Rolls Royce, con quien tiene firmado un acuerdo de I+D+I.

El gas licuado se ha convertido para Baleària en un objetivo primordial por la rebaja de costes en combustible, ya que puede significar un ahorro cercano al 30%; además de reducir un 25% las emisiones de CO2; y un ahorro por el rendimiento que podrían alcanzar sus turbinas, casi nuevas, al no haber alcanzado ni 800 horas de funcionamiento cuando las revisiones de esos motores se situan en torno a las 30.000 horas.