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Érase un torrero que vivía en el faro del Albir

L'Alfàs del Pi organiza una nueva visita teatralizada hasta su viejo faro, reconvertido en centro de interpretación de la naturaleza de Serra Gelada

Junto al faro, eligiendo a los aspirantes a torreros. raquel lópez

Cerca de medio centenar de personas se apuntó ayer a una nueva visita teatralizada organizada en el camino al faro del Albir por la Concejalía de Turismo de l'Alfàs del Pi. En esta ocasión no se retrató a los soldados que en 1675 trabajaban en la torre Bombarda oteando el horizonte para advertir ante amenazas piratas, sino que se daba vida a uno de los torreros que tuvo a su cargo la vigilancia y el mantenimiento del faro en 1901.

El farero -torrero-, se hacía llamar Miquel Massanet i Mascaró y, junto a su burro «Lolo», encandiló al personal relatando las vicisitudes que su trabajo requería en tan inhóspito lugar.

La ruta partió bajo la hipótesis de recibir a los aspirantes que habrían de tomar, si pasaban las pertinentes pruebas, el relevo del farero. Un trabajo que pensaba que debía enseñar a sus posibles sustitutos debido, según relató, a que seguramente «en la escuela de Tabarca ya no daban a basto».

Y eso que el trabajo de torrero no era fácil según aseguró Massanet, llegado al Albir precisamente buscando un lugar más cómodo donde vivir. Según relató era de las Islas Baleares, donde trabajó en faros desde 1870 hasta el cambio de siglo XIX al XX, momento que aprovechó para pedir un traslado a la península, pensando que así terminaría en «un faro de los que llamaban «de descanso». Un «descanso -explicó- desde el punto de vista de que la vida en ellos era más fácil por estar menos aislados, tener menos escaleras o por tener una maquinaria más automática».

Sin embargo, según añadió, no dio con un faro idílico, sino con el de «Punta Albir», alejado de todo y que obligaba a estar en muy buena forma física. Para vivir allí uno debía saber como mínimo cazar, pescar y labrar la tierra, sobre todo si quería tener una alimentación variada, pues nada llegaba hasta allí arriba más que lo que portara el torrero sobre los lomos de su burro.

Así, indicó en una de las paradas que hubo un tiempo que el torrero destinado al lugar no vivía tan solo. Tiempos que él no vivió y que recordó que se remontaban a cuando la mina de ocre estaba en funcionamiento. Pero eso ya no ocurría. «La crisis- dijo- ha echado el cierre a la explotación, como ha ocurrido con tantas otras desde que perdimos las coronas de Ultramar». En ese punto, el torrero se dejó llevar por la conversación y terciaba los consejos sobre la vida en lo alto de la Serra Gelada con la coyuntura social y política del momento en el que debió vivir. Gracias a ello, los participantes descubrieron que en 1901 hubo elecciones generales en las cuales no sólo únicamente podían votar hombres, sino solo aquellos que hubieran cumplido los 25 años...

Tras la parada, torrero y caminantes continuaron hasta el faro, donde aguardaba la prueba final para la que reclutó cuatro aspirantes a fareros...

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