Imagine un iglú, escriba "frío" y "caliente" y relacione un término con la imagen del habitáculo de hielo. Si ha elegido "frío", aprueba. "Caliente", suspende. La respuesta no es incorrecta, pues en el iglú puede hallar calor en medio del frío, pero sigue una lógica distinta. La forma de pensar de Enrique y Hugo, dos hermanos de 14 y 15 años holandeses (de abuela española) con un elevado coeficiente intelectual. Pese a él, no han logrado ser aceptados en ningún centro educativo de su país para cursar Secundaria. No sólo piensan diferente, padecen una severa dislexia, que les relega a quedarse en casa como otros 16.000 chavales que no son aceptados en las escuelas holandesas por necesitar una educación especial (según cifras oficiales). Ante tal circunstancia, los hermanos Claassen decidieron echarse a la mar para denunciar la situación y pedir que se mejore. Llevan recorridas más de dos mil millas marinas y estos días reponen fuerzas y reparan averías en el puerto de la Vila Joiosa.

Enrique y Hugo iniciaron su aventura el 24 de agosto en un pequeño velero de 6 metros, seguidos de cerca por su padre, que les sirve de apoyo en otro velero de 7 metros. En este tiempo han sorteado difíciles condiciones meteorológicas, haciendo parada en puertos del norte de Francia, costa del sur de Inglaterra, sur de Francia y cruzando el golfo de Vizcaya en pleno octubre, toda una pericia náutica por la que ya han sido reconocidos por autoridades navales españolas.

Tras Finisterre, parando en A Coruña, pasaron en Cascais (Portugal) reuniéndose con los representantes de Unicef en Lisboa para exponer su causa. Les informaron que la institución no vela por los derechos individuales de los menores, sino por los generales. Empezaron la campaña de firmas y continuaron viaje, pasando el estrecho y bordeando la aparentemente apacible costa mediterránea. Un temporal frente Almería con viento de hasta 83 nudos rompió un elemento clave del velero del padre (el estay de proa). Lentos y a motor llegaron a la Vila Joiosa en Año Nuevo. Allí encontraron descanso, apoyo y cariño. En el pueblo viven sus abuelos, con quienes este jueves celebraron las bodas de Oro. Guillermo, el padre, reconocía que les ha venido muy bien pasar unos días durmiendo en camas y tomando energía en tierra porque el viaje es muy duro. Mucho más cansado de lo que creían, según declaran los chavales, convencidos en todo caso de que merece la pena el esfuerzo.

Están demostrando que tener dislexia no es sinónimo de ser incapaz, pues para navegar manejan matemáticas, son capaces de leer mapas y nubes, de comunicarse por radio, de pensar rápido ante imprevistos, y que tienen que aplicarse en su inglés para comunicarse en cualquier parte. Además no están descuidando su educación. Estudian a través de The World School, una institución en la que cursan estudios a distancia hijos de embajadores destinados en lugares donde no hay colegios internacionales.

Pero con el viaje están aprendiendo muchas más cosas de las que se enseñan en el colegio, como todas las posibilidades que brinda la vida. Cuando se les pregunta qué quieren ser de mayores reconocen sus dudas. "Hay tantas cosas por hacer que es difícil elegir solo una", dice el mayor. Por cierto, en la Vila Joiosa han podido aprender los secretos del oficio del pescador, al ser invitados por la Cofradía de Pescadores a ver cómo son los barcos de pesca, qué tipo de pescado se captura en la zona según la temporada y cómo se vende en la lonja. Una invitación que quisieron agradecer publicamente, al igual que la ayuda deparada por el Club Náutico de la localidad, que sensible a su causa, les ha ofrecido un gran descuento para que pudieran quedarse tanto tiempo en puerto.

La aventura no es gratis. Sus padres han vendido hasta la casa para hacer posible esta aventura por una buena causa. Una lucha que no están combatiendo sólo sobre las olas. El Gobierno holandés quiere quedase con la guarda y custodia de Enrique y Hugo, y ese es un temporal difícil de capear. Entre hoy y mañana parten a Mallorca, donde les esperan especialistas en dislexia.