Fue un rescate de récord, casi inconcebible. Parecía una quimera que en plena noche los bomberos y los guardias civiles lograran sacar del fondo del Barranc de l'Infern, a través de una pared vertical de más de cien metros y de un ladera escarpada, de piedras sueltas y muy resbaladiza por la lluvia, a los 21 barranquistas que en la tarde del viernes quedaron atrapados en esta peligrosa garganta. Los deportistas, además, estaban exhaustos, ateridos de frío y rotos de dolor. Uno de ellos, el que hacía 22, se había dejado la vida en el barranco.

La alerta naranja por mal tiempo no disuadió a estos barranquistas, todos ellos expertos (solo uno no está federado), de adentrarse el viernes en una garganta repleta de agua tras las últimas lluvias torrenciales. Tres de ellos, de hecho, son bomberos, de los parques de Dénia, Valencia y Villena, y otro policía local. Buscaban emoción, pero a primera hora de la tarde se vieron atrapados en un infierno. La crecida del río (es el curso alto del Girona) había destrozado los anclajes y pasamanos que permiten bajar el barranco. Incluso su orografía se había modificado. Escondía trampas y una de ellas resultó mortal.Jordi Masferrer, un vecino de Ondara de 46 años, bajaba el barranco con su amigo Carlos, de Dénia. Jordi resbaló y cayó en una poza. Quedó aprisionado entre dos grandes rocas. El torrente le engullía. Su compañero se lanzó al agua y lo sostuvo durante muchos minutos. Llegaron otros tres barranquistas y todos lo intentaron sacar. Cuando lo lograron, Jordi no respondía. Una médico que venía después intentó sin éxito reanimarlo.

El golpe dejó a los barranquistas en estado de "shock". Los que iban llegando a ese punto no daban crédito. La angustia les paralizó. El amigo de Jordi y otro deportista abrieron una vía de escalada y treparon jugándose el tipo. Buscaban un punto de cobertura para poder llamar al 112. Lo encontraron. El rescate estaba en marcha, aunque los bomberos y la guardia civil no imaginaban entonces que hubiera tanta gente atrapada allí abajo. La noche se echaba encima. No había tiempo que perder. Incluso a oscuras había que rescatarlos a todos. La hipotermia (todos tenían mojados sus trajes de neopreno), la angustia y las trampas del barranco eran amenazas que, a cada hora que pasaba, se hacían más presentes.

Los treinta y cinco bomberos y guardias civiles, entre ellos miembros del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de Ontinyent, que al principio participaron en el operativo (finalmente junto a los sanitarios del SAMU intervinieron más de 60 personas), empezaron a sacar a los barranquistas.

Poco después de la medianoche, guiaron hasta el Puesto de Mando Avanzado (PMA) al compañero del fallecido y a otro deportista. Eran los que habían escalado la pared para hacer la llamada de alerta. Luego, ayudaron a cinco barranquistas a pasar el sifón que marca el final de esta ruta. Se habían quedado bloqueados.

Los bomberos y especialistas del Greim llegaron al resto de atrapados a través de una peligrosa ladera y una vía, abierta en otros rescates, de más de 100 metros de pared vertical. Instalaron todo el sistema de cuerdas e izaron a contrapeso a los barranquistas. Fue una labor hercúlea.

Por grupos, los bomberos los fueron llevando al PMA. Allí los médicos y sanitarios los reconocían. Llegaban nerviosos, desencajados, agotadosÉ e ilesos.

El último grupo salió del barranco a las 7.30 de la madrugada. 21 personas estaban sanas y salvas tras uno de los mayores rescates de las últimas décadas en la Comunidad Valenciana. Pero quedaba lo más dramático. Un helicóptero de la Guardia Civil, tras disiparse la niebla de la madrugada, recuperó a las 10.30 horas el cadáver del barraquista de Ondara. El Barranc de l'Infern se ha cobrado en los últimos 20 años 23 vidas.

Por otra parte, bomberos del Consorcio Provincial rescataron ayer en helicóptero en el barranco de Mela en l'Abdet (Marina Baixa) a una mujer de 45 años que se rompió el tobillo mientras practicaba descenso acompañada de dos personas. La accidentada fue trasladada al Hospital de Orihuela.