Mientras millones de españoles vibraban la noche del miércoles con la victoria de España ante Portugal en la semifinal de la Eurocopa, Carmen, una mujer de 54 años con serios problemas de salud, lloraba en el piso de Callosa d'en Sarrià que compró en 1980. Lo que pensó que jamás le ocurría a ella le estaba pasando. A la mañana siguiente sería desahuciada. Un trance para el que contaba con el apoyo de su hijo de 17 años, algún vecino de edad avanzada y nacionalidad extranjera y un grupo de desconocidos llegados de distintas localidades de la Marina Baixa. Unas 40 personas que acudieron a impedir que la inmobiliaria de Bankia la dejara en la calle y con los que pasó 8 largas horas esperando a los funcionarios que habían de ejecutar el desalojo, y que al final no fueron.

La gente del pueblo la miraba de lejos sin acercarse. Una señora, en la distancia, se excusaba con un "a saber en lo que se lo ha gastado, que ha tenido mucho", seguido por un "si a mí me pasara vendría todo el pueblo a ayudarme, menos los extranjeros que están aquí para robar y quitarnos el trabajo"."Es mentira que esté enferma porque no se le ve en la cara, que enseñe los papeles...", dijo.

A 50 metros Carmen lo hacía. Mostraba a la prensa sus miserias rodeada de miembros de la plataforma de Afectados por Hipotecas de Altea y La Vila, la Asociación de Parados de Benidorm y el 15-M de la comarca. La documentación de la Seguridad Social que daba fe de sus enfermedades: tumor en el cerebro, cuadro depresivo, diabetes, fibromialgia, granuloma en el hígado... El montante mensual de sus tratamientos alcanza los 1.613 euros, según el parte médico oficial, y ella debe pagar un 60% de esa cifra.

"Del trabajo a casa, no me sentaba a hablar con las vecinas. Eso y que siempre he dicho lo que he pensaba, hace que a muchos no les caiga bien, lo que no quita para que lo que me ha pasado les pueda pasar a ellos y que digan que miento. Si no saben, que no hablen".

Lo que le ha pasado a Carmen es una sucesión de infortunios. Algunos se los guarda. En resumen: una separación cara; un bar perdido por 2.500 euros que llegó a pagar en 2008 y que ahora el banco le quiere devolver; unos ahorros dados para arreglar el bar del polideportivo que explotaría por cinco años que quedaron en tres; enfermedades que van saliendo; atención a padres (hoy ya fallecidos); y una hipoteca por 78.000 euros para gastos médicos y agujeros que, al no llevar al día, cuando las letras sumaron 6.000 euros la dejaron en su situación actual. Esperando en la calle un desahucio, que debía haberse producido ya, y cuya próxima fecha ignora.