Alrededor de un centenar de personas acudió ayer a los actos organizados por la comunidad judía para celebrar el 25 aniversario de la inauguración de la sinagoga de Benidorm. Un acto que no se perdió quien, en 1987, acudió a su apertura como alcalde, Catalán Chana, que por entonces dio con su presencia el visto bueno a un templo que arrancó sin licencia y en el más absoluto de los secretos. Y es que, por aquella época, ni siquiera los vecinos donde se ubica la sinagoga la querían cerca, pensando que podrían ser objeto de algún acto vandálico (hasta el punto de que durante las obras del templo se mantuvo un cartel en el que se indicaba que sería una casa de vehículos, para despistar al vecindario).

Esas circunstancias hace tiempo que han cambiado. 25 años sin incidentes a destacar, con todos sus papeles en regla, y habiendo mantenido una relación cordial con el vecindario, hicieron que incluso el presidente de la Comunidad de Vecinos se apuntara ayer a la ceremonia de bienvenida que festejó el aniversario, oficiada por Mario Pereira.

Tampoco faltó presencia institucional. En este caso no acudió el alcalde Agustín Navarro, pero lo hizo en su nombre la concejal de Sanidad, María Angeles Valdivieso. Cabe recordar que los sucesivos alcaldes de Benidorm han visitado, en una u otra ocasión, este lugar de rezo, sobre todo cada vez que preparaban el "Yom Kippur" o Nuevo año.

Por otra parte, ayer la celebración era doble, pues la comunidad israelita festejaba también sus 40 años desde que se constituyó en la provincia de Alicante. Un tiempo en el que, sin quererlo, ha sido de forma intermitente foco de atención de medios y fuerzas de seguridad, no por su actividad en el ámbito municipal, sino como efecto colateral a contiendas bélicas acaecidas en el ámbito internacional.

De esos momentos, el más crítico fue durante la guerra del Golfo en 1991, vivida con preocupación desde la distancia, llevó a una docena de familias hebreas a concentrarse públicamente en la sinagoga de Benidorm para rezar por el fin de la contienda. Mientras rezaban, la Policía mantenía por entonces vigilado tanto su templo como dos hamburgueserías norteamericanas de la ciudad, como da cuenta la hemeroteca de este medio. Cuatro años después, la misma comunidad volvía a concentrarse para honrar la memoria del ministro israelí y el Premio Nobel de la Paz, Isaac Rabin, que fue asesinado.

Hoy aquellas concentraciones forman parte del pasado de la sinagoga y de su comunidad, y ésta pasa inadvertida. La mayoría de sus miembros son pensionistas que eligieron Benidorm para vivir una jubilación tranquila y sosegada, donde poder rezar según sus creencias, sin polémicas, como hacen quienes pertenecen a alguna de las decenas de religiones que cuentan con un lugar de culto en la ciudad.

Cabe recordar que en Benidorm, a día de hoy, sólo uno de cada tres templos religiosos es católico, aunque la judía es probablemente una de la que menos seguidores tiene. Frente a ella, corrientes protestantes como luteranos, calvinistas, evangélicos y testigos de Jehová son mayoritarios.