Las matemáticas son incontestables: dicen que el Ayuntamiento de Benidorm lleva años gastándose más de lo que tiene en un rosario de malas prácticas contables que se remontan a 2006. Un Consistorio ahogado no sirve para casi nada: no le sirve a la patronal turística, que espera de él recursos para la promoción y buena gestión de las infraestructuras; y no le sirve a los trabajadores, que anhelan de él beneficios sociales e incluso un papel como interlocutor en la dura convivencia con los empresarios. Un Consistorio ahogado se limitará a dejar que el tiempo languidezca y a pagar a sus funcionarios. Nada más. No inventará, no imaginará, no cambiará el futuro. Pienso en todas las cosas que Benidorm podría hacer con dinero en sus arcas municipales, más allá de confiar con los brazos cruzados en que hoteles y agentes turísticos hagan bien su trabajo: podría embellecer una escena urbana que es un desastre, fiscalizar tantos dislates urbanísticos, promocionar ofertas más originales que el sol/playa de siempre -el sky-line de los rascacielos, el parque natural-, dar a conocer a través de un museo su vertiginosa historia turística urdida en tan solo cinco décadas, única en el mundo. Un montón de cosas. Imaginar. Pero sin dinero, ay. La actual clase política se limita a utilizar el informe del interventor para acusar al rival de que, nosotros nos hemos equivocado, pero tú más. Siempre más. Y así, claro, no hay manera. El PSOE arguye que la situación es heredada de 20 años de gestión de las familias de la derecha. Y las familias de la derecha (PP y CDL) alertan de que, sólo en un año, los desvíos financieros se han disparado en millones de euros. Hay una salvedad, claro. El PSOE, nuevo en la plaza del poder, tenía la oportunidad (una oportunidad histórica) de cambiar las cosas. Pero por lo que se ve -por lo que dicen los técnicos- la está perdiendo. Y demasiado deprisa.