Siglo II d. C.: en plena época del Imperio Romano, cuando La Vila Joiosa era la ciudad de Allon, los ciudadanos de la época acudían a la torre funeraria erigida en la desembocadura del río Torres a realizar ofrendas y regar con vino los restos de un difunto, un personaje de alto rango, todavía por identificar, enterrado bajo este santuario impenetrable. Unos orificios en las paredes, del tamaño justo para que una persona se asomase con una vasija o un ánfora llena de vino tinto, permitían rociar al muerto con el líquido, del mismo color que la sangre, con la creencia de que eso reviviría su alma en la otra vida.

Esta es la historia que ha llegado hasta nuestros días gracias al legado, todavía en pie, de la torre funeraria de Sant Josep, una de las tres únicas que se conservan en España y la más alta y voluminosa de todas. La Vila Joiosa y la Generalitat Valenciana rescatarán ahora el proyecto de rehabilitación de este bien patrimonial que podría erigirse como "el emblema de la arqueología valenciana", en palabras del arqueólogo municipal, Antonio Espinosa, ya que se trata de la edificación romana mejor conservada de la Comunidad.

Conserva todavía erguidos diez de los doce metros que medía cuando fue construida, en el siglo II, a falta de la cúpula que la coronaba. Aún hoy puede apreciarse perfectamente su forma de pequeño templo, flanqueado por cuatro columnas y con una bóveda superior sobre la que iría la desaparecida cúpula. Mil novecientos años no han podido con sus piedras y sus muros que, sin embargo, no han llegado intactos hasta nuestros días, principalmente debido al expolio y a su reutilización para otros usos.

A semejanza de las pirámides egipcias, esta torre se construyó sobre la tumba del difunto, totalmente hermética y sin accesos, con el objetivo de que nadie pudiera acceder a su interior y perturbar su alma. Sólo dos vanos en las paredes exteriores, permitían asomarse al interior, a través de una pequeña escalinata, para poder celebrar el ritual del vino dos o tres veces al año y garantizar así la vida eterna del finado.

Pero en el siglo XIV, la tumba fue violada, se produjo el primer expolio conocido por los arqueólogos, se abrió un acceso al sagrado lugar e incluso llegó a utilizarse como almacén. A partir de ahí, los expolios se sucedieron. En el siglo XVI, la torre se usó como casa de campo, según explicó Espinosa. Y las últimas profanaciones datan ya del siglo XX, pues se han llegado a encontrar bolsas de pipas en el interior, lamentó el arqueólogo.

Debido a estos expolios tampoco se ha podido identificar al difunto, del que sólo aparecieron algunas piezas dentales en las excavaciones realizadas en 2008. La inscripción ha desaparecido, eso sí, debió ser alguien muy importante para tener una tumba así. El ilustre enterrado allí, ahora anónimo, fue uno de los primeros romanos que se enterró sin incinerar.

El proyecto de rehabilitación, aparcado desde hace años y que la Generalitat ha manifestado esta misma semana su intención de retomar, pretende poner en valor por fin el monumento funerario. No sólo prevé devolverle su aspecto original, sino ensalzarlo como punto turístico clave dentro de la oferta cultural y del patrimonio histórico de La Vila Joiosa y de la Comunidad.

El proyecto, siguiendo los principios más clásicos y puristas de la restauración, contempla una intervención mínima, según explicó el concejal de Patrimonio Histórico de La Vila, Pepe Lloret. La idea es reconstruir la cúpula y el aspecto original del templo funerario sólo por una cara de la torre, dejando al descubierto las tripas de la edificación, su interior y la bóveda de cañón del otro lado de la torre, ya que, entre otras cosas, se puede apreciar claramente la técnica constructiva de la bóveda, lo que la hace más interesante para entendidos y turistas.

La Torre de Sant Josep, formará parte del Corredor Cultural de La Vila, donde se encuentran otras obras importantes como el nuevo Museo arqueológico y el museo al aire libre de las termas romanas.