A lo largo de la historia, ha habido al menos dos monarcas que asociaron su nombre y su reinado a la brevedad: Pipino III, "el breve", rey de Francia, y Luis I, "el breve", de España. El sobrenombre del primero aludía a que era bajito; el del segundo, a la cortedad de su reinado, apenas siete meses de 1724. Teniendo en cuenta que el alcalde de Benidorm, Agustín Navarro, no destaca en ningún sentido por su estatura -ni es muy alto ni muy bajo- parece evidente a cual de los dos monarcas en cuestión se le comparaba el pasado sábado, después de su investidura. Navarro va a gobernar en minoría sabiendo que puede pasar a la historia igual que lo hizo Luis I si PP y CDL olvidan sus guerras internas y pactan una moción de censura. Puede que dentro de 6 meses o de un año. Para antes de las elecciones generales o más bien para después. Con el fin de evitarlo, el alcalde socialista tendrá que exprimir al máximo esa capacidad negociadora de la que siempre ha hecho gala.

Como tablas no le faltan, Navarro ya dio una prueba de esa habilidad durante su discurso del pasado sábado, cuando exhortó a los dos partidos de la oposición a olvidar las épocas pasadas de crispación y hacer política con mayúsculas, negociando los grandes asuntos del futuro de la ciudad y reclamando todos como una piña a Madrid y a Valencia las reivindicaciones pendientes. Como declaración institucional de intenciones quedó muy bien. Pero en realidad y entre bambalinas, la cuestión es más complicada. Navarro está ante una doble encrucijada: ver si su gabinete minoritario busca más cariño en los despachos del CDL o en los del PP. O en los dos, a partes iguales.

También el sábado dio las primeras pistas al respecto. Dijo a los periodistas que por una cuestión de siglas, primero hablaría con el CDL para intentar llegar a acuerdos puntuales sin descartar incluso un gobierno de coalición. Si se le otorgan competencias de peso es posible -piensan algunos en el PSOE- que la líder de los centristas, Gema Amor, se dé por contenta, porque los recursos municipales le permitirían mantener y hasta acrecentar su influencia social y política en la ciudad mientras sus antiguos compañeros, y en las últimas semanas acérrimos enemigos del PP, languidecen en la oposición y acaban por reclamarla dentro de un tiempo -del máximo tiempo posible- como salvadora.

Ahora bien, también en el PSOE hay quienes señalan que todo lo que sea darle alas a la líder del CDL es un error. Si en apenas unas semanas fue capaz de lograr tres concejales, nadie imagina qué podría obtener Amor con tiempo suficiente y tejiendo una red de clientelismo político al frente de varios departamentos consistoriales. Esas voces optan por otra estrategia: seguir manteniendo la guerra dialéctica con el PP, pero llegar a acuerdos puntuales con los populares en las grandes cuestiones y que sea el CDL el que no toque bola. Los defensores de esta opción son conscientes de que algunas familias del PP prefieren purgar estos 4 años en la oposición para poder preparar la sucesión de Manuel Pérez Fenoll sin que Amor regrese al partido y se pueda postular como alternativa dentro del mismo. Y si al final Navarro se convierte en otro Luis I y se produce una coalición PP-CDL, es más que probable que la líder centrista regrese. Y regrese para mandar.

Finalmente, Navarro puede optar por una vía intermedia, por un juego que le apasiona pero que es peligroso: llegar a acuerdos por separado con cada uno de los grupos, mimarlos cuando le convenga. Hacer equilibrios. Convertir el Consistorio en una especie de trapecio. El número de asesores que Navarro reparta a unos y a otros, y que se sabrá en los próximos días, será un barómetro ilustrativo para saber cómo van las cosas. Amor con amor se paga. O con cargos.

De cualquier forma, el margen de maniobra del primer edil es escaso. Y él lo sabe. La longevidad de su mandato va a depender de cómo vayan las cosas entre el PP y el CDL. Y en este sentido, el abanico de elucubraciones es todavía mucho más amplio.

Un hombre satisfecho

Como él mismo reconoce, no es un hombre demasiado proclive a dejar entrever sus emociones. Pero, aún así, el sábado, al cabeza de lista popular, Manuel Pérez Fenoll, se le veía tranquilo y hasta satisfecho. Con esa apariencia que otorga el deber cumplido. Consideraba que unas horas antes había hecho lo más difícil que se le puede pedir a un político: renunciar. En este caso, renunciar durante la sesión de investidura a ser candidato a la Alcaldía por el PP. Tal sacrificio, que al final fue en balde, estaba destinado a lograr un pacto con el CDL acatando la gran exigencia que había hecho Amor: que Fenoll se marchara para lograr un acuerdo.

Bien, todo eso no se puede negar. Pero el de Fenoll fue un sacrificio con dos matices: primero, fue instado por las direcciones del partido (la de Génova y Valencia), convencidas de que había que sacrificar a su alcaldable con tal de que Benidorm no fuera socialista; y, segundo, cedió su puesto de candidato al portavoz del grupo municipal, Antonio Pérez, esto es, a uno de sus fieles. Ambos condicionantes son importantes de cara al futuro: por un lado, la carrera de Pérez Fenoll a la Alcaldía parece llegar a su fin, pues quien ha tenido que decir no al puesto en 2011 es muy difícil que aspire a él en 2015. Ahora bien, además de que su partido va a premiarle por tal sacrificio (si no en la Diputación, como senador territorial o en algún cargo ligado al Consell), Pérez Fenoll demostró que quiere seguir controlando la agrupación local. No en balde, la elección de Pérez era un mensaje para Gema Amor: los fenollistas van a seguir poniendo condiciones para llegar a un pacto con el CDL, se van a oponer a que Amor sea la alcaldesa y también van a resistirse a que ésta última regrese al partido para liderarlo. Otra cosa son los nuevos concejales del PP: aunque en público siguen proclamando actos de fe por Fenoll, en privado se postulan por suavizar las exigencias al CDL para llegar a un pacto que desaloje al PSOE del poder. Y les permita a ellos mandar.

Jugadas de alto riesgo

Desde que en abril dejara el PP cuando era su presidenta local, Gema Amor ha decidido ensayar jugadas de alto riesgo. La del sábado fue una más: tuvo la oportunidad de acceder al gobierno con el PP (y pedir todas las competencias imaginables y alguna más), pero rechazó la oferta porque no iba a ser alcaldesa, ante la negativa de los fenollistas a compartir dos años con ella la vara de mando. Así que ha preferido esperar. A Amor le gusta la clarividencia: atisbar el futuro y obrar en consecuencia. Y en el futuro ve que el PP, un partido que lo pasa mal, y mucho, en la oposición, vendrá a buscarla. Y que cuanto más tarde en hacerlo, más duras serán las condiciones que ella podrá imponerle. Es además consciente de que en su antiguo partido las cosas andan revueltas, con tanto caso Brugal y tanto caso Gürtel y que después de las generales, Mariano Rajoy puede tener la manía de limpiar el PP en la Comunidad, sobre todo si algunas instituciones se paralizan por los litigios judiciales. Y ella estará aguardando. Le va el papel de salvadora y conserva contactos en el PP local. Otra cosa, claro, es que finalmente las familias populares cierren filas en torno al fenollismo para impedirle su regreso. Pero bien es sabido que a la líder del CDL le van las apuestas fuertes. Y que sabe templar los nervios.

Fin a las diatribas contra el transfuguismo

Manuel Pérez Fenoll dijo que el caso de Benidorm sería estudiado en los libros de la escuela como el mayor caso de transfuguismo de España. Pues bien, a partir del sábado, ahí se va a quedar: en los libros. Porque aunque fuera por los pelos y casi pidiendo la hora, Agustín Navarro, después de fracasar en 2003 y 2007, logró ese día convertirse en alcalde gracias solo a las urnas, sin el apoyo de tránsfugas. Prueba de que al menos este aspecto de la vida política de la ciudad va a normalizarse es que durante la sesión de investidura no hubiera ni una sola alusión al transfuguismo y que los propios ediles del PP ya confiesan que Navarro es alcalde por méritos propios y así se lo reconocerán. Por su parte, el CDL tomó ayer posesión de su nuevo despacho municipal, casualmente donde antes se ubicaba el del grupo de Bañuls.