"¿Pero cómo no voy a hablar con Enrique Ortiz si medio Benidorm es de él?". Con esta pregunta, el alcalde y candidato independiente por el PSOE, Agustín Navarro, respondió hace semanas a un periodista sorprendido por el hecho de que el munícipe hubiera mantenido conversaciones con Ortiz justo cuando el edil de Urbanismo, Jaime Llinares, arreciaba en sus denuncias contra el constructor alicantino por la estación de autobuses, edificada en la época del PP e investigada en la actualidad por el fiscal. En realidad, Navarro estaba diciendo más cosas de lo que parece: reconocía que más allá de los litigios que el Ayuntamiento pueda mantener -en los juzgados o fuera de ellos- con el empresario, el poder de éste sobre Benidorm continúa siendo apabullante, por lo que no hay que ningunearlo: proyectos como el trascendente plan de Armanello siguen dependiendo de él. Pero es que además, el alcalde, aunque de forma muy velada, se desmarcaba de su propio concejal de Urbanismo en la cruzada que este último mantiene desde hace tiempo con el constructor.

Siempre ha sido así. La cuestión de Ortiz constituye una de las paradas en el viaje del desencuentro entre Navarro y Llinares, quien por cierto no repite en la lista del PSOE. Y el hecho de que el edil de Urbansimo no se haya detenido en su investigación sobre los diferentes proyectos urbanísticos del constructor en plena campaña electoral, ha agigantado la inquietud en el núcleo duro de Navarro en el Ayuntamiento y en el partido, a pesar de que el grueso de los proyectos de Ortiz ahora objeto de controversia se gestaron bajo las varas de mando de los populares Vicente Pérez Devesa y Manuel Pérez Fenoll.

Como en política los gestos y las imágenes son imprescindibles, atiendan a la que se ha producido durante esta semana, ya en plena trifulca electoral: el lunes, el gobierno local presentó a bombo y platillo las primeras conclusiones de la auditoría que ha encargado sobre la gestión del PP entre 2003 y 2009. Como ese día tocaba hablar sobre todo del nuevo Ayuntamiento y del Palacio de Deportes, dos de las obras emblemáticas del PP plagadas de presuntas irregularidades y sobrecostes pero que nada tenían que ver con el constructor, en la sala de prensa del Consistorio hubo un notable desembarco del equipo de gobierno: allí estaba su portavoz, Natalia Guijarro, la edil de Contratación Mariola Fluviá y el propio Llinares como portavoz adjunto, además de otros concejales y asesores que ocuparon plaza junto a los periodistas. El día siguiente, martes, tocaba de nuevo auditoría (consciente de su poder electoral, el ejecutivo piensa amortizar el invento hasta el 22 de mayo), pero en esta ocasión había que referirse al espinoso asunto de la terminal de autobuses, cuya adjudicación habría recibido Ortiz a pesar de ofrecer servicios imposibles como un sistema de facturación para el aeropuerto de El Altet vetado en realidad por AENA. Así que en esta ocasión el escenario -la imagen- fue rigurosamente opuesta: Llinares, sin el cariño de sus compañeros de gabinete, dio la rueda de prensa solo y a la hora del aperitivo.

Aún ha desatado más inquietud en el ejecutivo el hecho de que el miércoles -tercer día de revelaciones empresariales- se hiciera público que el edil de Urbanismo (aunque en este caso sin que la noticia partiera de él y sin ninguna comparecencia) había instado al fiscal a que investigara si la mercantil Enrique Ortiz e Hijos cobró dos veces por las mismas obras de adecuación de las rotondas de acceso a la ciudad. Llinares tomó esa decisión el pasado 14 de abril, esto es prácticamente en precampaña, y aprovechando que acudía a declarar al juzgado después de que el fiscal hubiera abierto de oficio una investigación por el caso de la estación. Y el concejal acudió solo, sin ningún otro miembro del ejecutivo. El caso de las rotondas ofreció además la discrepancia más enconada sobre el caso Ortiz hasta la fecha: Navarro ignoró un informe de Llinares que recomendaba paralizar la ampliación de las mismas debido a que podían estar invandiendo una zona verde y un terreno privado.

También fue en solitario como Llinares le dio a Ortiz varios ultimátums por los retrasos en el Plan Armanello; y en solitario denunció que una serie de empresas entre las que se encuentra la del constructor habría obtenido de la Generalitat más edificabilidad en el PEDUI de Terra Mítica, el plan que debe regular la urbanización del área del parque temático. Llinares quería que este último asunto se llevara al TSJ con la convocatoria de un pleno. Y se ha llevado al TSJ, pero sin que se haya celebrado esa sesión plenaria. Esto es, sin que la corporación debata a la luz de cámaras y micrófonos sobre la controvertida figura del constructor.

El aún edil de Urbanismo no es, sin embargo, un recién llegado o una réplica de un vaquero solitario al estilo de Gary Cooper en "Solo ante el peligro". Atesora una larga trayectoria en el socialismo local y tiene su gente en un sector contrario al del propio Navarro. Y aunque ahora el PSOE está unido ante la perspectiva de conservar la Alcaldía, la memoria en política es larga.

¿Y el PP? Pues de él y a pesar de lo alargada que es la sombra de Ortiz, en este asunto se sabe muy poco. Mientras su alcaldable, Manuel Pérez Fenoll, continúa recorriendo los barrios de Benidorm en plena campaña, los populares han optado por la estrategia más cómoda, la cortina de humo del silencio. Con la misma, eluden (y lo hacen también miembros del CDL de Gema Amor presentes en varios gobiernos populares) contestar a una serie de preguntas aún sin respuesta: ¿Por qué la empresa de Ortiz no ha pagado al Ayuntamiento el canon de la estación de autobuses? ¿Cómo es posible que se desconociera que AENA vetaba el sistema de facturación externa a pesar de que la terminal se adjudicó apenas un año después del atentado de las Torres Gemelas? O, ¿Cuál fue la razón por la que la adecuación de las rotondas, que en 2002 debían pagar los propietarios de suelo del cercano polígono industrial volvieron a presupuestarse con cargo a los fondos del Plan E? Silencio. Por ahora.