Diez años han pasado ya desde aquel lejano 27 de julio de 2000 en que Terra Mítica abriera sus puertas al mundo, año y medio después de haber iniciado las obras de la mayor obra faraónica impulsada por su mentor, Eduardo Zaplana. Diez años cargados de vicisitudes en los que el devenir del parque ha pasado por numerosos altibajos -más bajos que altos- que han ido desde los gastos más desproporcionados que puedan imaginarse, y con los que se ha llegado casi hasta el estado de quiebra; una traumática suspensión de pagos y la posterior venta de suelo para hacer frente a las millonarias deudas que amenazaban con el cierre. Ahora, el recinto atraviesa una etapa complicada, de dificultad económica añadida por la crisis, pero en busca de la estabilidad necesaria para salir adelante. Eso sí, en manos de profesionales y no de políticos, su mayor error hasta la fecha.

Lejos queda aquel día de la inauguración oficial a la que asistió el príncipe Felipe de Borbón y en la que los políticos sacaban pecho sin importar el despilfarro que había supuesto la construcción del parque. Sólo en ese capítulo, 96 millones por encima de las previsiones. Ya ese primer día varios centenares de clientes protestaban porque varias atracciones no funcionaban. Mal augurio. Apenas cuatro años después se decretó la suspensión de pagos tras arrastrar una deuda de 219 millones de euros producto de gastos disparatados, inversiones fallidas y la consabida "pólvora de rey" con la que se disparaba. La deuda logró reducirse a 57 millones tras varias quitas y capitalizaciones por parte de los acreedores.

Plan de Ajuste

Entre medias, y ante la mala marcha del complejo de ocio, fructificaron los contactos con el operador americano Paramount para que se hiciera cargo de la gestión del parque. Era el año 2002 y a Terra Mítica le costó 4,2 millones anuales que el nuevo gestor pusiera su nombre en su marca y poco más. La aventura duró dos años y finalizó ya inmersa en la suspensión de pagos. El director de entonces, el americano John Fitzgerald continuó en el puesto pero con la implantación de un durísimo Plan de Saneamiento que logró al menos reducir sensiblemente los gastos y las deudas. De 71 millones de pérdidas en alguna anualidad se pasó a 17 en 2005. Las críticas al Plan se tornaron en alabanzas y se vislumbraba la luz al final del túnel.

Pero aún así era necesario hacer algo para sanear las cuentas. No quedó otro remedio que vender suelo, cinco parcelas en las que se podría construir hoteles y apartamentos.

En julio de 2006 se levantó la suspensión de pagos, días después de que el parque anunciase la convocatoria de una subasta pública para la venta de 216.000 metros cuadrados por la que esperaba obtener unos 60 millones de euros. Con esa fórmula, el optimismo volvió a apoderarse de los políticos y el Consell llegó a vaticinar que Terra Mítica cerraría el año con beneficios. No pintaba mal la cosa cuando el constructor Enrique Ortiz se hizo con las cinco parcelas al pagar 85 millones de euros, un precio mucho mayor que el de salida. El empresario abonó una parte del pago a los pocos días, pero se frenó por la incertidumbre de la falta de garantías ante una posible indemnización a antiguos propietarios del suelo y las cargas hipotecarias del parque. Finalmente aquello se solventó y el empresario abonó el resto un mes antes de que expirase el plazo marcado para pagar las deudas o ir a la quiebra.

Saneadas las cuentas, la empresa reservó dinero para dos nuevas atracciones que entraron en funcionamiento poco después. Pero llegó la crisis económica y, de nuevo, las complicaciones. Los socios de referencia -CAM, Bancaja y Generalitat- anunciaron que se iban y que habría nuevos gestores. A punto de conocerse la decisión final, todo apunta a que Aqualandia-Mundomar se hará cargo de la gestión. Pero ésta no acaba de llegar. Mientras tanto, el nuevo director Juan José de Torres, trata de rentabilizar el parque a la espera de la llegada de los nuevos rectores.