Un actor muy joven, con un Goya en sus manos, pero con los pies en el suelo. Así se presenta Alberto Ammann tras la charla coloquio que ha dado tras la proyección de la película en el Festival de Cine de l'Alfás. Puede que por su recién adquirida fama y, a pesar de estar en compañía del director de Celda 211, Daniel Monzón, el actor parece nervioso ante las preguntas que contesta con agrado.

Estamos viendo en el Festival de l'Alfàs una estrecha relación entre actores argentinos y el cine español. Sin ir más lejos, te tenemos a ti y a Soledad Villamil...

Es cierto, aunque yo soy un actor argentino que nunca ha trabajado en Argentina. Llevo viviendo en España ya seis años y es aquí donde he rodado mi primera película, Celda 211. En España también se me ha dado la oportunidad de participar en LopeEva.

Celda 211 ha tenido un gran éxito. ¿Crees que se debe al morbo que genera la violencia que en la película se muestra?

No lo creo, el principal logro de la película está en el guión. En el momento de mayor clímax en el que estalla el motín y Juan Oliver hace algo que ya no tiene vuelta atrás, el espectador se pone realmente en la piel del personaje que se ha quedado atrapado en la cárcel y teme que le descubran. Lo importante es cómo se cuenta esta escena, la imagen y los giros de cámara. El espectador sabe que lo que ve responde a lo inexplicable, pero se lo cree.

Muchos de los extras de la película son presos reales. ¿Cómo fue rodar con ellos?

El personaje que interpreto en Celda 211 en un comienzo tiene poca relación con los presos. Así que conforme avanzaba el rodaje tanto mi personaje como yo mismo, Alberto Ammann, íbamos conociendo más sobre los presidiarios. Recuerdo, por ejemplo, como ellos con "dar un paseo" se referían a ir y volver durante horas de una pared a otra como si se tratara de un paseo por la calle fumando su piti. Cuando yo llevaba un rato haciéndolo quise salir de allí, es entonces cuando comienzas a ver que ellos no tienen esa posibilidad. Empiezas a comprender mínimamente que se le pasa a un preso por la cabeza. La película transmite esa claustrofobia. Fue muy valioso tener a esos presidiarios, nos resultaron muy útiles.

¿Cómo se prepara un actor como tú un papel tan complejo como el de Juan Oliver?

Cada actor es muy particular y tiene sus propias técnicas a la hora de digerir el personaje a interpretar, pero todos tenemos que aprender de ellos. Yo prefiero meterme en el personaje porque soy muy obsesivo a la hora de actuar. También depende mucho del género y del tipo de película. Hay que estar muy lúcido para no volverse loco al profundizar tanto en un personaje.