No es un museo, pese a que en cada estantería, pared y esquina hay objetos del pasado en perfecto estado de conservación, expuestos como si de una muestra sobre los comienzos del siglo XX se tratara. Los únicos papeles oficiales que avalan su construcción en el siglo XIX datan de 1895, aunque según la familia a la que pertenece probablemente se remonte a un siglo anterior. En ella, sus antiguos moradores vieron cómo los operarios construyeron la vía del trenet, hace casi un siglo, e incluso cuentan que fue visitada por Alfonso XIII. Ahora, su electrificación pone en peligro la existencia de esta casa mediterránea, típica de la huerta alicantina, ubicada a las afueras del casco urbano de La Vila Joisa, donde vivió, entre otros, el que fuera alcalde del municipio en 1911, Jaime Llinares Xeri.

Su huella permanece en el inmueble, "como todos los que han pasado por aquí, y que ahora desaparecerá", dice María Cortés, una de sus descendientes. Ella, junto a su marido, Joaquín García, ha iniciado una lucha de David contra Goliat para salvar el legado, que pasa por solicitar que sea declarada Bien protegido de Interés Cultural.

"El arqueólogo municipal vino a visitar la casa hace ya tiempo, quedó maravillado y nos dijo que no nos preocupáramos, que podía trasladarse al futuro museo del pueblo, pero eso no nos vale, la casa está perfecta, ¿por qué no puede conservarse así y que la gente pueda visitarla?", comenta María, mientras explica con añoranza para qué servían los diferentes enseres que mantienen expuestos en cada estancia. En una de ellas, cuelga de la pared una tabla con dibujos de prendas junto a pequeños agujeros. "Las mujeres de clase media no iban a lavar, se lo encargaban a las lavanderas, apuntando en esta tablilla todo lo que daban, para controlar que no se perdiera nada". En un baúl, ajuar de sus abuelos, guarda también con pulcritud muchas de aquellas prendas. Sobre las estanterías, además, lucen un buen número de radios antiguas, de botellas, de juguetes centenarios. Entre ellos figura uno de los primeros fabricados en Ibi. También hay una de las primeras cámaras fotográficas vendidas en la provincia, que según cuenta fue adquirida por su tío abuelo, explorador, y un telégrafo inerte dentro de una urna de cristal. En otras habitaciones, las estanterías acumulan cientos de libros, revistas y periódicos antiguos. "Cada generación ha ido guardando artículos del pasado, las publicaciones, muchas prohibidas en la época de Franco, fueron escondidas hasta que volvió la democracia. Aun así, mi abuelo, que padeció en primera persona el franquismo, optó por tirar cientos de ellas hace unos años, por aquellos miedos del pasado que nunca llegó a olvidar", cuenta Ángela, hija de María. Vendieron, al peso, 312 kilos de revistas y periódicos de la primera mitad del siglo XX. "Sí, fue una pena, pero mira, ahora, si finalmente no logramos frenar su demolición, pasará lo mismo".

Para concluir, sus propietarios afirman: "Nada de todo lo que hay saldrá de la casa después de todo el esfuerzo que varias generaciones hemos puesto en mantenerla así".