El ambiente que presentó el Pitiu Rochel admite todo tipo de elogios. Las invitaciones volaron el mismo día que se pusieron a disposición del público, dejando claro que Alicante tenía ganas de balonmano. Y así fue. Alicante se rindió al Mar y 2.500 almas llenaron las gradas del pabellón alicantino para apoyar al equipo alicantino en el partido más importante de su historia. La gesta no fue posible, pero la fiesta estuvo presente de principio a fin del partido incluso cuando se consumó el título de las húngaras.

Casi una hora antes de comenzar el encuentro, el Pitiu ya presentaba un ambiente de gala. Los 200 aficionados del Ferencvaros rugían sin parar poniendo sonido ambiente a una mañana histórica. Sin embargo, conforme se fue acercando la hora de la verdad, las gargantas alicantinas contrarrestaron a las húngaras, creando una ensordecedora atmósfera, digna de las grandes finales europeas.

Tampoco le faltó al partido alguna dosis de campaña electoral en los aledaños del Pitiu Rochel. La concentración de gente animaba a ello.

La tarea del Mar Alicante no era ni mucho menos sencilla y la afición lo sabía. Por eso celebró cada gol y cada parada como si fuese definitiva. Un ejemplo de ello fue el primer tanto de las jugadoras de Sandoval, conseguido por Tobiasen en el minuto cinco, o el gol de Jovana en el 13, que supuso la primera ventaja del Mar y que enloqueció a una afición que comenzó a creer en el milagro en la primera parte.

Sin embargo, cuando ese milagro comenzó a antojarse imposible, ya en la segunda parte, los ánimos tampoco decrecieron y el graderío agradeció el esfuerzo realizado al equipo cantando un sonoro "¡Vosotras sois las campeonas!", además de un optimista "¡El año que viene la vamos a ganar!", con la vista puesta ya en el año que viene, en una temporada en la que seguro que el Mar Alicante contará con el apoyo de sus fieles dispuesto a reeditar otro año histórico.

La fiesta fue continua incluso minutos después de finalizar el choque. No tardó la afición en cantar "¡Que bote Alicante!" al tiempo que el público húngaro enloquecía con el trofeo en su poder.

El Mar celebró el subcampeonato con un almuerzo en el Castillo de Santa Bárbara y posterior traslado por el centro de la ciudad en un autobús descapotable con meta en la fuente de la Plaza de España.