El párroco de Nuestra Señora de Belén, el reverendo Miguel Riquelme Pomares, proclamó anoche el Pregón de la Semana Santa 2018 ante sus feligreses, que llenaban el templo donde a diario ejerce su ministerio. El pregonero realizó un repaso a la Semana Mayor de Crevillent, destacando la tradición y la cultura del pueblo crevillentino, pero a su vez reclamó a los cofrades que recuperen la religiosidad de las procesiones con una «gran renovación» de la Semana Santa. Frente a la «situación actual de secularización, de alejamiento social de lo religioso, es preciso un esfuerzo colectivo para «refundar nuestra Semana Santa y volver con fuerza a la fe, al Evangelio, al compromiso social de las cofradías y de los cofrades, al sentido eclesial».

El acto se celebraba al término de la misa de siete, cantada por el Coro Rabinos, que bajo la dirección de José Alberto Aznar, interpretó la «Misa Breve», de Léo Dèlibes. Durante su pregón, Miguel Riquelme expuso la necesidad de «despertar la conciencia de los seglares y potenciar su vivencia y compromiso cristiano», así como de «suscitar una auténtica espiritualidad, potenciar la formación del cofrade y conectar más la Semana Santa con las celebraciones litúrgicas». El pregonero reivindicó «la incorporación de los niños y de los jóvenes a la Semana Santa y trabajar por su permanencia».

En valencià

En el último tramo de su discurso, leído en valencià, el cura de Belén destacó que «nuestra Semana Santa está viva y enclavada en las entrañas de los crevillentinos, nace de una fe en Jesús y del descubrimiento de su amor», así como «de la esperanza de su Resurrección».

Miguel Riquelme puso especial énfasis en algunos momentos concretos de la Semana Santa crevillentina. «El Septenario de los Dolores fue lo primero que me impactó», dijo. O «me impresiona el paso imponente de la Burreta» en una procesión «litúrgica», en la que lamentó que en el cortejo «somos miles de personas», pero en la misa posterior «muchos menos. Parece que valoramos más la mera costumbre y tradición que su contenido profundo y religioso».

También exaltó la «autenticidad religiosa» de la Procesión de los Sacos, por sus momentos de oración y silencio. En ella expuso un reto: «equilibrio entre la serenidad y la concentración orante» con la «captación fotográfica». Sobre la Concentración de Pasos dijo que «no me molesta la expresión espontánea, desordenada, popular» que llena de gente la iglesia, pero «sí me duele que toda esta manifestación sea solo costumbrismo, sin fe y sin coherencia en la vida». También habló positivamente del «número impresionante de personas» del Via Crucis o del primer Abrazo, con su «intensidad emocional», así como la «seriedad nocturna» de las procesiones de la Muerte y el Entierro de Cristo, con el canto coral en ambas.

El párroco resaltó que «una Semana Santa sea declarada de interés turístico internacional tiene su valor, pero también debemos defender y con más fuerza, que la Semana Santa sea realmente del interés religioso, de interés cristiano» y «pastoral».

El pregonero dijo que «valoro enormemente los esfuerzos de la Federación por aportar formación a los cofrades», con la Escuela Diocesana de Agentes de Pastoral «aunque con escasa respuesta por el mundo cofrade», y por «el sentido social de las cofradías», por su recogida de alimentos mensual para Cáritas. Pero señaló que «tenemos por delante un amplísimo camino por el que avanzar». Desgranó algunos «riesgos» que coinciden en «debilitar, ningunear y hasta eliminar la sustancia religiosa y cristiana» de la celebración.

Como ejemplos, citó el «poner el acento en la belleza y las peculiaridades de unas formas: procesiones, imágenes, esculturas, pasos, vestimentas...». Lo mismo dijo de «poner el acento en el espectáculo», remarcando que no se debe «reducir» a ello la Semana Santa. «Parece que importa más la imagen que la realidad».

Homenaje

Previo al pregón, Riquelme fue recibido en el Museo de Semana Santa por la Federación y en el Ayuntamiento por la Corporación Municipal. El programa preparado por la Federación de Cofradías y Hermandades, finalizaba anoche con una cena homenaje al pregonero, que nació en Orihuela en 1952 -también destacó sus vivencias en los actos oriolanos- y fue ordenado sacerdote en 1977.