La vida en el mar es cada vez más sacrificada. Las tradiciones han cambiado y, también, el modo de entender el trabajo en el mar, pero todavía quedan jóvenes que se dedican a la pesca. Hace algunos años, el oficio de casi la totalidad de familias de Santa Pola era la pesca, sin embargo, ahora, los patrones jóvenes que quedan en el puerto, lo hacen para continuar con el negocio familiar.

Así, Francisco Luchoro, de 77 años, armador y antiguo patrón de un barco, conoció la pesca en su punto más álgido, cuando era el trabajo de la gran mayoría de familias de la localidad y los barcos, que eran el sustento de las familias, pasaban meses en alta mar. Pero, para Antonio López, patrón del barco Manuel y Teresa, ser marinero no estaba entre sus planes, no obstante, al tener el barco de la familia se inició en el negocio, hasta que al final, acabó por gustarle. Tanto es así, que no ha trabajado en otra cosa.

El trabajo en el mar que vivió Francisco y las rutinas de Antonio son diferentes, pero los dos destacan el sacrificio que conlleva. Así, las familias que llevan toda la vida en el negocio no quieren que sus hijos salgan al mar, porque es un trabajo muy duro, según destacan desde la Cofradía de Pescadores de Santa Pola.

Francisco Luchoro, el padre del patrón mayor de la cofradía, empezó a trabajar en el mar cuando salió de la escuela, con tan solo 14 años. Viene de una familia de marineros, y desde que se embarcó estuvo trabajando como marinero para otros patrones, hasta que decidió comprarse su propio barco de artes menores. Aunque se retiró a los 55 años continúa interesándose por el negocio familiar, ya que sus hijos, que siguen la tradición, uno en el barco y otro en la cofradía, le piden consejos.

En una vida entera en el mar le han pasado muchas cosas. Cuando era marinero estuvo más de 12 horas en mitad del mar con una tabla, hasta que llegó un helicóptero a rescatarlo, porque se hundió el barco en el que estaban trabajando. Ya cuando se hizo patrón, pasó cinco meses encerrado en la cárcel en Argelia, porque el barco que le habían prestado debía dinero y los cuerpos de seguridad del país fueron tras él. Luchoro recuerda que cuando era joven, desde el puerto de Santa Pola partían 100 barcos con dirección al Sahara y allí estaban seis meses de pesca, volvían a casa, estaban 10-15 días de vacaciones y otra vez al mar. Era la forma que tenían de sustentar a la familia, así se pudieron casar, y se construyeron casas, según rememora el marinero.

Para Antonio López el mar es muy diferente, con sus 35 años de edad no ha conocido otro trabajo. En un primer momento, quería trabajar en otra profesión, pero vio que se le daba bien y que le gustaba y siguió trabajando, hasta el día de hoy. El barco, del que es patrón, era de sus abuelos y, ahora, lo comparte con sus hermanos.

Los tiempos cambian, y la mayoría de jóvenes se dedican a las artes menores o, incluso, buscan otras salidas al mar como el trabajo en yates, porque como señala Antonio, el mar está de capa caída, ya que el precio del gasoil es muy elevado, el pescado se vende a precio muy bajo y tienen muchas trabas legales. El patrón recuerda que cuando él empezó a salir al mar eran ocho en un barco, y ahora, muchos días, salen tres al mar en un barco de 25 metros.

Sin embargo, a pesar del cambio generacional de ambos marineros, los dos consideran que el modo de entender la pesca ha cambiado. La gente joven no quiere ir al mar y quienes lo hacen, trabajan en barcos de artes menores porque tienen menos gastos y se puede vivir mejor. Aun así, suelen ser hijos de marineros, destaca Antonio. Los requisitos burocráticos impiden el buen desarrollo del negocio, en diez años se han ido, aproximadamente, 20 barcos de arrastre del puerto, que son 20 empresas con sus correspondientes trabajadores, que en la gran mayoría de ocasiones, se quedan sin trabajo, debido a la ausencia de barcos.

Antonio considera que es la última generación de marineros de arrastre de Santa Pola, ya que es una profesión demasiado dura y si no hacen algo para incitar a la gente para trabajar en las embarcaciones de es tipo desaparecerán. Lo mismo opina Francisco, quien considera que la tradición del mar no va a finalizar, pero sí a modificarse, aumentado el número de artes menores y reduciendo el de arrastre. Por su parte, la secretaria de la Cofradía de Pescadores, Loreto Fuentes, considera que es una lástima que los barcos se estén yendo siendo la segunda cofradía más grande de España, porque es un trabajo necesario.

Con todo, después de una vida en el mar, los marineros que se han retirado siguen pasando las mañanas dando paseos por el muelle, y es que como señala Antonio López, algo tendrá el mar, que atrapa.