Las vistas desde el faro de Santa Pola, en la pasarela suspendida en el acantilado que sirve de mirador de buena parte del litoral de la provincia, suponen todo un atractivo para los habitantes de la villa marinera y sus visitantes. Sin embargo, esa visión puede verse empañada por el estado en el que se encuentra la carretera de acceso a este punto, al que se accede desde la Nacional 332. La vía, además de estrecha -es de doble sentido, pero apenas caben dos coches sin tener que invadir el arcén- presenta numerosos baches que, en algunos puntos, hace que los ocupantes de los vehículo boten, literalmente, del asiento. Mención aparte requiere los ciclistas, pues en algunos puntos son todo un peligro para transitar sobre la bicicleta, por su profundidad.

El resultado es que los conductores van realizando eses por la vía para esquivarlos, aunque no siempre puede conseguirse. El mal estado del firme es la principal queja de los que se concentraban allí ayer, y lo hacen cada día, para disfrutar no solo de las vistas, sino de las infraestructuras históricas que allí se pueden encontrar, como son las baterías de defensa antiaérea, comunicadas de forma subterránea por túneles, y que también reciben la visita de decenas de personas cada día.

El problema pasa porque los carteles explicativos, en algunos puntos, están muy deteriorados, impidiendo a los turistas conocer el valor histórico, patrimonial y también ecológico del entorno del faro y su acantilado. Paneles arrancados o desgastados por el sol, que no han sido repuestos, pintadas sin limpiar desde, al parecer, meses, y otros desperfectos que deslucen una postal única.

La zona cuenta con bancos y mesas que son utilizados por familias y grupos de amigos para disfrutar de una jornada de campo en la sierra. El problema es que, mientras sí se han realizado merenderos y bancos para el descanso y facilitar que se pueda pasar allí un día al aire libre, en todo el perímetro, no hay ni una sola papelera o contenedor. Una falta de infraestructuras que, cuando se junta con la falta de civismo, hace que la basura se acumule en el borde del acantilado, o en los matorrales de los alrededores. Una serie de carencias que muchos, por otra parte, obvian cuando cruzan la pasarela peatonal suspendida en el acantilado, y disfrutan de las vistas del mar, donde se ve todo el litoral de la provincia y hasta se tiene una impresionante perspectiva de la isla de Tabarca. Una vista idílica que, por desgracia, no se traslada a sus accesos.