Deporte y diversión para dueños y perros. El centro de actividades caninas Agility Santa Polaalbergó el pasado fin de semana la sexta edición del VI Trofeo de Agility Villa de Santa Pola, una competición en la que participaron 80 perros de quince razas distintas pertenecientes a 19 clubes llegados desde distintos puntos de la geografía española.

La competición, que se desarrolló entre la tarde del sábado y la mañana del domingo, estaba dividida en tres categorías y era puntuable para el Campeonato de España de Agility 2018 que organiza la Real Sociedad Canina de España. Además de los participantes y sus familiares, numerosos vecinos de la villa marinera no desaprovecharon la oportunidad de seguir en directo las evoluciones de unos canes que aspiran a convertirse en los más ágiles de España el próximo año. El agility, cada vez más de moda entre los propietarios de perros de compañía, fomenta la obediencia en el perro de una manera divertida, al tiempo que estrecha los lazos de amistad entre dueño y can.

Las pruebas celebradas se dividieron en tres categorías en función de la estatura de los perros -mini, midi y standar- y en tres grados de dificultad, según la destreza de cada ejemplar. La primera, denominada grado 1, estaba destinada a aquellos perros que están en grado de iniciación al agility; la grado 2, para aquellos que ya han alcanzado tres excelentes en tres pistas distintas dentro de grado 1; y la grado 3, a la que sólo tuvieron acceso aquellos perros que se habían clasificado al menos en una ocasión para un campeonato de España, paso previo a poder disputar un Mundial de esta disciplina.

La competición estuvo marcada por la dureza de las pistas diseñadas por el juez, tanto para las mangas de agility con obstáculos de contacto (pasarela, embalizada y balancín) como para las pruebas de jumping, con saltos, túneles y demás elementos que mostraban en toda su esencia la belleza de este deporte y la destreza de los animales.

Normalmente, los perros más rápidos llegan a completar estas pruebas en 30 segundos. En Santa Pola, «las pistas eran tan difíciles que sobrevivir a ellas y acabar las mangas ya era un mérito», según aseguraba ayer una participante al concluir la competición.