La procesión más austera de las que se realizan en Crevillent, la de la Penitencia, recorrió ayer por la noche las calles del municipio con la única iluminación de las antorchas. Los penitentes realizaron un circuito por las calles de la Vila Vella, ataviados con hábitos cistercienses, y abrieron el paso a la imagen del Santísimo Cristo de Difuntos y Ánimas, sin trono, y sustentado únicamente por los hombros de sus portadores y la compañía de voces corales.

El casco antiguo se quedó en penumbra en esta Procesión de los Sacos, como es conocida popularmente. El ritual comenzó con una oración en la parroquia de Nuestra Señora de Belén que introdujo a los participantes en un ambiente de recogimiento. Más tarde, las puertas de la iglesia se abrieron y las antorchas comenzaron a iluminar la calle a cada paso al exterior de los penitentes. La oscura noche, que hasta el momento solo rompía el brillo de la luna, se llenó del cálido destello de las teas. Los hábitos blancos y la sobriedad de esta procesión marcan una imagen impresionante a las puertas de Nuestra Señora de Belén.

Vecinos y visitantes llenaron las calles y las plazas al paso del Cristo de los Difuntos y las Ánimas y se afanaron en inmortalizar con fotografías cada detalle de esta procesión impresionante. Mientras, las campanas y las potentes voces del Coro Voces Graves de Crevillent irrumpieron en la noche. El grupo coral entonó el Himno a la Santa Cruz, y el Velum Templi de José Alberto Aznar. Al término de la procesión, como es tradición, se realizó una oración en memoria de todos los difuntos crevillentinos en la plaza de la Constitución, un acto que puso punto y final a una solemne noche de esta Semana Santa de Crevillent, declarada de Interés Turístico Internacional.