Pepita Mas vive en un piso en la Ronda Sur de Crevillent. Mantiene el misterio sobre su edad, por coquetería, pero da pistas. «Tengo más de 80 años». Mas vive sola en una vivienda que compartía con su marido, ya fallecido, y le gusta su independencia. A pesar de que tiene algunos problemas para caminar se maneja sola, aunque a veces tiene miedo de que pueda ocurrir algún accidente y no haya nadie alrededor para ayudarla. «Por eso llevo el botón de asistencia de Cruz Roja al cuello», asegura. Sus dos hijos viven fuera de la localidad y la llaman y visitan a menudo, pero a veces confiesa que se siente sola. «De vez en cuando llamo a los de la Cruz Roja para contarles mis cosas como si fueran de mi familia y ellos también me llaman a mi para ver cómo estoy», destaca.

Mas es una de las 190 usuarias de la teleasistencia domiciliaria que ofrece la Cruz Roja en Crevillent. Este servicio proporciona a estas personas la posibilidad de contactar de forma inmediata y a través de un botón, las 24 horas del día, con una central de ayuda para mejorar la confianza y la seguridad de las personas mayores. Así, las personas que lo desean pueden seguir viviendo en sus domicilios y evitan el aislamiento social con una ayuda para su autonomía. Además, este servicio trata de detectar posibles vulnerabilidades entre las personas mayores y contribuyen a solucionarla.

Cruz Roja Crevillent también cuenta con otra línea de trabajo con personas mayores, el Servicio de Atención a Domicilio Complementaria. Desde la ONG, uno de sus voluntarios en Crevillent confirmó que 16 usuarios del municipio usan esta unidad de trabajo constante. Cada sábado por la tarde se reúnen para realizar actividades como talleres de manualidades, actividades para favorecer el crecimiento personal y la autoestima de las personas mayores. Tampoco faltan las salidas, fiestas y visitas a domicilio. En verano, los asistentes realizan una visita a la playa, la de la Marina, para festejar la época estival. Los paseos por la orilla, los baños, comidas en terrazas y bailes son actividades que les ayudan a salir de la rutina de una forma saludable.

Además, cada febrero hacen también una excursión para celebrar Santa Águeda en la vecina localidad de Catral. La tradición y la fiesta se unen en estas reuniones que sirven para estrechar relaciones y, a su vez, como excusa para volver a cantar les «pasaetes» típicas crevillentinas, una buena forma de ejercitar la mente.

«Los lazos que se crean en estas actividades conjuntas son muy necesarios y agradecidos», comenta otro voluntario desde la organización. Los principales objetivos de estas reuniones entre amigos son disminuir el aislamiento social al que se puedan enfrentar sus usuarios, facilitar la integración en el entorno, favorecer la relación entre generaciones y también visibilizar a este sector de la sociedad, que muchas veces se encuentra aislado del resto de la población.

Vigilar la salud

Los voluntarios también se ponen manos a la obra para fomentar el autocuidado y la autonomía de sus usuarios.

Otro de los motivos por el que los mayores se sienten junto a las personas voluntarias como en familia es el acompañamiento que reciben a la hora de acudir a los centros de salud. Esta actividad entra en el proyecto Salud Constante y consiste en asistirles en las visitas médicas, así como ayudarles a recordar la medicación que han de tomar o el acompañamiento a la hora de adquirir las medicaciones necesarias en la farmacia.

Rosa Ávila, usuaria del servicio, asegura que hace gimnasia cada semana desde que se lo recomenLa salud y la autoestima son las principales beneficiadas de estos servicios que hacen a las personas mayores sentirse en familia.