El ruido se apoderó de Crevillent en la jornada festiva de ayer. En la antesala de la festividad de San Francisco de Asís, los truenos ensordecedores del alardo y la embajada al Rey Jaime I inundaron el municipio desde bien temprano. Aún resonaban los ecos de la embajada mora cuando los arcabuceros moros y cristianos se concentraron en el paseo del Calvario para proseguir la guerra en pleno apogeo. Hasta 93 kilos de pólvora en total fueron las responsables de ofrecer el estruendo del alardo de arcabucería. Los festeros bajaron desde el Calvario, mezclando disparos de las huestes de la media luna y del bando de la cruz dejando ecos del particular despertador a través de La Morquera y Blasco Ibáñez hasta la plaza de la Constitución, en la que ya se apaciguaron. La batalla continuó por la tarde en un mismo recorrido en el que los festeros reiteraron el sentimiento guerrero que inunda a los bandos en el preludio a la embajada al Rey Jaime I.

La plaza de la Constitución se volvió a llenar de historia y viajó de nuevo hasta el año 1265. El pacto de convivencia entre el Rey Jaime I y El Ra'is volvió a ser el eje y centro de unas celebraciones que se basan en esta historia. Mayte Pastor, la directora de las embajadas, puso el énfasis en la importancia de esta representaciones y la participación de los festeros y el público en ellas y recordó que las fiestas son sólo para ponerse el traje y desfilar, sino también para recordar y recrear unas escenas de la embajadas «diferentes y con mucho carácter», basadas en un libreto a caballo entre la historia y la leyenda.

Lo que aconteció en diciembre de 1265 en Crevillent es lo que revivieron ayer por la tarde los actores y actrices de la embajada al Rey Jaime I. En esta ocasión, tomó protagonismo otro de los nuevos personajes, el embajador aragonés, que, a pesar de aparecer en los libretos, nunca se había representado su parte en estas embajadas.

El narrador volvió a documentar y a situar a los crevillentinos en esta escena de hace siglos, a través de la atalaya. En lo alto del castillo introdujo el momento que estaba a punto de acontecer, el entendimiento tras la batalla.

Los nuevos embajadores trabajaron por poner la voz al Rey Jaime I y al Ra'is, quienes ya estaban cansados de batallar y tristes por las pérdidas sufridas. Con el silencio que dejaron los arcabuces de los alardos y las luchas encarnizadas, el diálogo entró en escena. Los nuevos representantes de las embajadas defendieron los parlamentos en este día que acaba en concordia.

La recreación comenzó con las tropas cristianas entrando a la plaza de la Constitución, refugio para el Rey Jaime I. La interpretación de este personaje corrió a cargo de Cipriano Fuster, de la comparsa Caballeros del Cid. De nuevo, esta entrada, al igual que en la embajada al Ra'is, permitió el mayor lucimiento de las huestes. La escena mostró de nuevo cómo los moros pidieron al campamento de la majestad cristiana que liberaran a su Ra'is. El diálogo, con una representación muy diferente a la de años anteriores, derivó en un tratado de paz y entendimiento en Crevillent. Este año, el ballet de las damas del bando cristiano simbolizaron su respeto por el Ra'is de Crevillent entregando varias prendas en su honor. El baile se convirtió en una de los momentos más destacados durante el acto.

Los actos festeros de Moros y Cristianos concluyeron de manera pacífica una vez más en Crevillent. La convivencia entre el Rey Jaime I y El Ra'is llegó para demostrar que los pactos valen más que las batallas.