Los mejillones son comúnmente conocidos como un plato típico en los pueblos pesqueros. Sin embargo, sus usos no se limitan solamente a la cadena alimenticia. Y es que, estos moluscos bivalvos son capaces de examinar la calidad del agua, convirtiéndose en indicadores de la contaminación. De esta forma, el Instituto Español de Oceanografía, ubicado en Murcia, en colaboración con el Ministerio Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, lleva a cabo una serie de campañas para evaluar la presencia y el nivel de compuestos perjudiciales que se concentran a lo largo de la bahía Santa Pola.

El personal de este centro de investigación, con sus respectivos trajes de buzo, se adentra en el mar para recoger las muestras de mejillones. Esta actuación la realizan de forma anual en un punto intermedio entre Tabarca y Guardamar, donde consiguen obtener un mapa con los niveles de calidad del agua tanto de estas zonas como de la villa marinera. Asimismo, los ejemplares son más fáciles de conseguir en boyas, zonas portuarias o espigones. Y es que, estos moluscos retienen en sus tejidos los distintos contaminantes del medio marino como son los compuestos organoclorados, los hidrocarburos aromáticos y los metales pesados.

Así, durante cada campaña se recogen alrededor de 200 mejillones, de entre cuatro y cinco centímetros de largo, en el mismo punto, ubicado en las inmensidades del mar, para poder realizar de forma correcta el análisis. En este sentido, «hemos observado que en la bahía de Santa Pola, la calidad del agua es buena, y no se presentan unos niveles de contaminación preocupantes», explicó Juan Antonio Campillo, uno de los científicos del Instituto Español de Oceanografía de Murcia que, se encarga de este estudio. «Por ejemplo: el índice de organoclorados, que forman parte los contaminantes de origen industrial, apenas superan los 0,2 microgramos por kilogramo en la villa marinera, por lo que no pueden ser relacionados con efectos negativos y tóxicos sobre el ecosistema marino y los organismos que habitan en él. Sin embargo, en zonas como Barcelona este indicador se encuentra entre los seis y diez microgramos por kilogramo, por lo que en comparación, sí que se detectaría un problema de este tipo por la presión urbana, industrial y los ríos como El Llobregat», señaló el científico. Así, «en los últimos diez años hemos detectado que se han estabilizado los niveles de contaminación del agua de la villa marinera, reuniendo tras cada campaña unos datos muy parecidos», afirmó el el investigador.

Por tanto, «la zona de la bahía de Santa Pola, junto a Tabarca y Guardamar presentan unos criterios de ecotoxicología mínimos. Sin embargo, actualmente no disponemos de estación de análisis para cubrir todo el litoral alicantino, por lo que no de momento no podemos arrojar datos de este tipo sobre toda provincia», explicó Campillo.

Este método para examinar la calidad del agua se utiliza desde los años 70 en países como Francia o Estados Unidos. Sin embargo, en España dichos análisis se comenzaron a realizar en los 90. En este sentido, a nivel nacional hay catorce estaciones del Instituto Español de Oceanograía (IEO) que analizan los mejillones con estos fines. Así, la más cercana se ubica en la región de Murcia, concretamente en San Pedro del Pinatar.

No obstante, los mejillones no son la única forma que se emplea desde el IEO en la villa marinera para analizar el agua. Al respecto, se utilizan dos métodos más, que complementan el estudio al arrojar información sobre diferentes partes del ecosistema marino.

Así, también se recogen salmonetes y fragmentos de sedimentos. Por una parte, se pescan del mar con un barco de arrastre 36 peces de este tipo, de entre 12 y 16 centímetros, cada dos años. En este sentido, «la diferencia es que con estos animales se analizaría los niveles del fondo marino, mientras que con los moluscos se obtiene una muestra más general, de la columna superior de agua, ya que estos habitan más arriba, por lo que ambos resultados se complementan a la perfección», destacó Campillo.

Por otra parte, se extraen fragmentos del sedimento marino cada cuatro años, donde habitualmente se cogen unas tres muestras diferentes, cada una compuesta por unos 300 gramos. No obstante, para ver la contaminación más reciente se usa sólo el primer centímetro de esta partición.

Estos últimos métodos son frecuentemente utilizados en otras zonas de litoral, donde no es abundante la presencia de mejillones. Sin embargo, «las condiciones de la bahía de Santa Pola permiten realizar un análisis exhaustivo a través de diferentes formas», señaló el investigador.