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Ausencias sin respuesta

Remedios Ludeña Gea, la mujer desaparecida en 1991 a la que se ha estado buscando durante dos semanas en un pozo en Santa Pola, sigue en la lista de misterios sin resolver en la provincia

Ausencias sin respuesta

No les quedan puertas a las que llamar, videntes a las que consultar, grupos de investigación y policías judiciales a las que contar sus sospechas... Familias como las de Remedios Ludeña Gea viven en una duda constante y se preguntan todos los días dónde están sus seres queridos. La joven de Santa Pola a la que la Guardia Civil ha estado dos semanas buscando en un pozo ciego sin éxito, después de recibir nuevos indicios que hasta el momento no se han podido confirmar, sigue en la lista de personas cuyo paradero es un misterio desde hace muchos años. En su caso 24 años, pero no es ni mucho menos la única sobre la que no se sabe apenas nada. Las desapariciones sin resolver son un desafío de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Sus casos suponen una laguna vacía de información y nunca se renuncia a resolver los misterios que les envuelven, pero el paso de los años complica la labor policial.

Los padres de Remedios la vieron por última vez en su casa del barrio del Calvario, en Santa Pola, el 19 de mayo de 1991. Tenía 19 años, se fue a dar una vuelta con unas amigas y eso es lo último que supieron. Ni un solo día ha dejado su madre de pensar en ella, así lo ha dicho a los medios de comunicación que han estado siguiendo los infructuosos trabajos de búsqueda que se dieron por concluidos sin éxito el jueves. Ni una noticia sobre un cadáver sin identificar ha dejado de analizar al detalle su padre, que se ha ido a buscarla por toda España cada vez que le han dicho que han visto a alguien que se le parecía. Más de un cuerpo sin vida han tenido que enfrentar para decir que no, que tampoco esa era su hija. Más de un plató de televisión han pisado para que su foto fuera vista por cuanta más gente mejor. La Guardia Civil de Santa Pola no escatimó medios y no trabaja con la premisa de que un supuesto asesinato u homicidio estuviera o no prescrito. Simplemente «la memoria de la chica merece intentarlo».

Poco después de que faltara Remedios, apenas un año y medio después, desapreció Gloria Martínez Ruiz. La pista de la joven alicantina de 17 años se perdió en una clínica de L'Alfàs del Pi el 29 de octubre de 1992. Se han cumplido 23 años hace unos días. Sus padres han pedido a lo largo del tiempo que su caso no se olvide, que no dejen de buscarla, que no dejen de revisar las pistas, los testimonios, las claves... Se han preguntado cientos de veces por qué la dejaron ingresada allí el día de antes por un cuadro de síntomas depresivos, qué pasó con ella, cómo desapareció de su habitación...

Por qué. Cómo. Quién. Lo mismo se preguntan los padres de Remedios, que el jueves tuvieron que enfrentarse a la idea casi inconcebible de que la Guardia Civil alcanzó el fondo del pozo donde creían que podían estar sus restos y sobre todo a la conclusión de que allí no había nada. Otra vez la nada. Y las preguntas sin respuesta. Remedios Gea, madre de la joven desaparecida en 1991, sólo quiere ya descansar. Su marido, Pedro Ludeña, dice que no viven desde que la niña faltó de casa.

Su foto no está en la página web de personas desaparecidas de la Guardia Civil en la provincia, donde sí aparece la de Gloria junto a otras tres mujeres. Madeleine Irda JC Putzeys y Andree Emile Olga Mouton están desaparecidas desde el 29 de agosto de 2007 y se les perdió la pista en Pilar de la Horadada. Gudrun Hildegard Hilsenbeck está siendo buscada desde julio de 2009 y desapareció en Alcalalí. En internet, en dominios del Ministerio del Interior, hay formularios de contacto en las páginas web del Cuerpo Nacional de la Policía y de la Guardia Civil, porque la colaboración ciudadana es, en muchos casos, clave para localizar a personas desaparecidas.

Doscientas denuncias

Y es que en la provincia se reciben cada año más de doscientas denuncias de desapariciones, aunque la mayoría se resuelven en horas o en días. Los casos que están sin resolver no lo están por falta de intentos. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han dado más de una muestra en los últimos años de imponentes despliegues de medios humanos y materiales. Sin resultados.

Antonella Zucca desapareció en Elche en 1994 cuando tenía 24 años. Dos años después su compañero sentimental llegó a confesar haberla hallado sin vida, haberse asustado y haberla enterrado en una parcela cerca de San Fulgencio. Se removieron miles de toneladas de tierra sin hallarla. Después el hombre se retractó y judicialmente su imputación no llegó a nada. También fue Elche el lugar en el que se supo por última vez de Carmen Satoca. Desapareció en febrero de 1986. Su marido no la encontró al llegar a casa. Nada más.

En estos casos no se han llegado a encontrar restos que aclaren al menos que las personas desaparecidas están fallecidas o tuvieron una muerte violenta. Los investigadores los cotejan con cada hallazgo de restos humanos sin identificar, hasta ahora sin coincidencias. Sí ha ocurrido en otros casos. En 2012 se hizo público que un cadáver encontrado en Serra Gelada, en Benidorm, coincidía con el ADN de Yuraima González, desaparecida en El Albir en 2001.

Para los padres de Remedios, que este mes han asumido con toda la entereza que cabría esperar volver a ser protagonistas en los medios de comunicación, la duda es peor que la muerte. Cuando constataron que el cadáver de su hija no estaba en el pozo donde la han buscado, su madre escuchó a alguien que le dijo con la mejor intención «Piense usted que a lo mejor aún esta viva». Pero para ella eso no era consuelo, «me quedo peor de lo que estaba, siempre tendré la duda de si no han dado con ella». La duda. Y la pena. Se giró a su marido y apenas audible le dijo: «Venga, Pedro, vámonos a casa con nuestro dolor».

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