La inspección pormenorizada del pozo ciego donde la Guardia Civil está intentando localizar los posibles restos mortales de Remedios Ludeña Gea, en Santa Pola, se interrumpió ayer por la mañana a la espera de encontrar la técnica idónea para evitar derrumbes y garantizar que los posibles hallazgos se dañen. Por el momento, el Instituto Armado asegura que no se ha hallado nada concluyente, algo en lo que también insistió la alcaldesa de Santa Pola, Yolanda Seva, quien renovó su compromiso de poner a disposición de los investigadores todos los medios municipales y apuntó a que «no hay nada seguro, sólo indagaciones y entrevistas a personas que en su momento no pudieron testificar».

El pozo tiene más de 15 metros de profundidad y está sellado desde hace años, incluso rellenado con escombros según reconoce una de las dueñas, la vecina Eugenia Orts, hija de quien le da nombre al barranco de Catarra junto al cual se sitúa el pozo. Se trata de una construcción muy antigua, que podría sobrepasar el siglo de historia, en la que una retroexcavadora del Ayuntamiento ha conseguido profundizar hasta unos seis metros, pero en la que hay que trabajar con más detalle para retirar los escombros sin que resulten dañados los posibles restos que se espera encontrar.

La Guardia Civil emitió ayer un comunicado en el que expone que a lo largo de 24 años «se habían mantenido distintas líneas de investigación, aunque es en estos últimos días cuando, tras la obtención de diferentes indicios clave, se llega a la conclusión de que los posibles restos de la desaparecida pudieran encontrarse en el pozo». En ese marco, la «rumurología» ha corrido por el barrio a toda velocidad y se habla de la posible confesión de un implicado como origen de las nuevas pistas o de que se han hallado restos óseos que tienen que ser analizados y contrastados con el ADN de los familiares de la joven desaparecida. La Guardia Civil, por su parte, sostiene sólo que «el mal estado de la zona obliga a tomar medidas para la exploración del terreno». El comunicado también añade que «se están realizando diferentes estudios técnicos para determinar los medios y equipamientos precisos para dotar de la seguridad necesaria al personal que realiza la búsqueda, ya que podría existir riesgo de derrumbe, así como para evitar cualquier posible daño o pérdida de los posibles restos y evidencias que se pudieran hallar relativos a la desaparición de la joven». Mientras tanto, la zona continúa acordonada con cinta policial y custodiada durante las 24 horas, y el pozo cubierto con un enrejado y una lona, ante la expectación de decenas de vecinos (muchos de ellos relatando que recuerdan perfectamente a la joven y su desaparición).

El encargado de obras del Ayuntamiento, Antonio García Andreu, explicó ayer que el pozo lleva «dieciséis o veinte años cerrado» y que el riesgo de emanación de gases o de derrumbe de las paredes ha obligado a solicitar la ayuda de un grupo especializado de la Guardia Civil. «Hemos hecho excavaciones hasta donde hemos podido llegar y limpiado el entorno para que no haya riesgo de desprendimiento», concretó, añadiendo que el fondo del pozo está seco y que según los propietarios podría llegar hasta los 20 metros de profundidad.

Sospecha

La dueña del foso, Eugenia Orts, añade que la madre de la joven desaparecida ya hace años que le dijo que sospechaba que su hija pudiera estar allí dentro, y asegura que se puso a su disposición para que pudieran buscarla si así lo consideraban oportuno. Por ello, lamentó que el Ayuntamiento le conminara a cerrarlo por motivos de seguridad y que le permitieran echar escombros a su interior hace cuatro años si había algún indicio.