Un castillo de fuegos artificiales puso ayer por la noche el broche final a las Fiestas Patronales y de Moros y Cristianos de Crevillent. El último día de la trilogía festera estuvo marcado por la devoción al patrón de la localidad, San Francisco de Asís, y la recreación de la batalla entre moros y cristianos, con los alardos de arcabucería y la Embajada al Rey Don Jaume I. Una jornada intensa, donde vecinos y festeros disfrutaron al máximo de unas celebraciones que aspiran a ser de Interés Turístico Internacional.

El estruendo de la pólvora, con el primer alardo de arcabucería, marcó el inicio del día. Los festeros se concentraron en el Paseo del Calvario, y, desde él, bajaron disparando los arcabuces hasta la Plaza de la Constitución, donde poco después aparecía San Francisco de Así. El patrón de la villa alfombrera salió a la plaza para recibir la ofrenda floral que cada año le brinda la mujer festera crevillentina. El desfile de la ofrenda partió del parque Telmo Vela y pasó por las calles Santísima Trinidad, San Sebastián, Plaza Chapí, Morquera y Blasco Ibáñez, hasta llegar ante la imagen del patrón que les esperaba a las puertas de la parroquia Nuestra Señora de Belén. Pequeñas y mayores, las crevillentinas depositaron ante San Francisco de Asís miles de flores de todo tipo y colores. Las reinas y sultanas volvían a ser las protagonistas de la ofrenda y fueron recibidas en la plaza por los capitanes.

El sentimiento religioso se trasladó después al interior de Nuestra Señora de Belén, donde tuvo lugar la misa festera cantada, que contó con la colaboración de Coral Crevillentina, el Coro Voces Graves de Crevillent y la banda de música de la Sociedad Unión Musical. Tras el acto religioso se interpretó el Himno a la Festa.

La acción volvió a ser la protagonista de los primeros actos de la tarde. Los festeros protagonizaron un nuevo alardo de arcabucería que dio paso a la Embajada al Ra'is.

La Plaza de la Constitución volvió a retroceder en el tiempo para recrear los campamentos del Rey Jaume I, un cargo que representó el festero Julio López, donde los moros crevillentinos acudieron a negociar la liberación del Ra'is, que fue capturado durante la primera embajada. Como rezan los textos de Salvador Domenech, Moros y Cristianos llegaron a un entendimiento, y sellaron un acuerdo de convivencia que permitió la liberación del Ra'is, encarnado por Vicente Penalva. La mujer crevillentina volvió a tener un protagonismo durante el acto de la mano de las festeras de la comparsa Marroquíes que ofrecieron un baile. La embajada finalizó con el disparo de arcabuces que llenó de pólvora y estruendo el centro de la localidad.

El final de las fiestas con la procesión en honor a San Francisco de Asís. En ella participaron vecinos y festeros y partió desde la Santísima Trinidad. Cuando el patrón llegó a la Plaza de la Constitución se disparó un castillo de fuegos artificiales cerrando un nuevo ciclo de fiestas Patronales y de Moros y Cristianos.