«Vivir en un coche cansa mucho, es agotador cada día lo mismo, sólo puedo pensar en que haya un milagro y cambie la situación». Así, con palabras de resignación y cierta esperanza, Manolo Muñoz relata lo que supone haberse visto en la calle de la noche a la mañana y tener que dormir cada día en los asientos de su vehículo.

Con 42 años, este vecino de Crevillent, originario de Torrejón de Ardoz, muestra una de las caras más duras de la crisis económica y del desempleo. Antes de quedarse sin trabajo, vivía en una casa de alquiler y era auxiliar de seguridad en fábricas de cartones, obras y en la cantera.

Sin embargo, desde septiembre de 2008 ha pasado a engrosar la larga lista de parados que tiene el país y, según reconoce, «a partir de ahí todo fueron agujeros y caí hasta abajo».

Y tanto fue así que ante la imposibilidad de pagar a su casero, Manuel decidió hacer de su Seat Ibiza su propia casa. Un lugar donde se ha visto obligado a vivir todo el verano y donde de no quiere pasar el invierno por la llegada del frío.

«Ahora hace mucho calor, pero en unos meses esto puede ser una nevera», dice.

En su maletero, conserva una nevera de plástico, una garrafa de agua y, sobre todo, cajas y cajas de cartón. Son su medio de vida. «Mi día a día es salir a recoger cartones, tapones, envases... para después venderlos y poder llevarme algo a la boca», confiesa.

Y es que, según admite, llenar su coche hasta arriba implica haber tenido una buena jornada y ganar cinco euros como mucho.

«Con eso me da para comprar algo de fiambre y poder comer y cenar cada día», confiesa.

Así, en los pocos momentos en los que admite estar sin hacer nada, Manolo se busca una sombra para aparcar su coche y aprovecha para leer, hacer crucigramas o para escuchar la radio. «Intento no estar parado porque es muy aburrido, así que casi siempre estoy recogiendo cartones», afirma.

Por ello, cada mañana, Manuel Muñoz y su novia, Estefania Martínez, recorren las calles de Crevillent en busca de cualquier cosa que pueda venderse. «La gente se preocupa y es buena en general, de hecho, nos dan cartones o plásticos que les sobran en sus casas o fábricas para ayudarnos», explica.

Ella, con 37 años también está desempleada, pero vive con su madre y sus hermanos en un piso. «No cabemos todos y él no puede quedarse, yo era limpiadora, pero en 2005 me ví en la calle», dice Estefania.

Cuando cae la noche, la soledad en mitad de las calles es lo que se hace más difícil para este vecino de Crevillent, a quien su perro le hace compañía. «Cuando oscurece, sólo me queda buscar un lugar tranquilo y dormir como se puede en los asientos», señala.

Su deseo, un techo

En lista de espera para una vivienda de alquiler social, Manolo Muñoz ansía con fuerza tener un techo donde vivir.

«Es muy duro estar en esta situación, me dijeron que podrían tardar años en darme una casa y trabajo no sale nada para los que somos mayores», reconoce.

En este sentido, desde Servicios Sociales del Ayuntamiento confirmaron que el vecino de Crevillent acudió a las dependencias municipales a solicitar una casa de arrendamiento social el pasado 24 de mayo y comenzó así el proceso de tramitación hasta que entró en la bolsa del Instituto Valenciano de la Vivienda el 8 de mayo.

Desde entonces, Manolo Muñoz está a la espera de un techo digno, como muchos otros que ya han recurrido a este tipo de vía por haber sido deshauciados.