En una típica cueva del popular barrio de la Salud de Crevillent, un matrimonio de jubilados, Antonio y Matilde, de 74 años de edad, ha dado vida a un verdadero museo de artesanía autóctona a base de artículos de esparto e hilo.

Como antaño hicieran sus padres, Antonio Pérez se ha dedicado, desde que se jubiló, a trabajar el esparto, una mata que recoge de la Sierra de Crevillent y con la que, junto con su mujer Matilde Maciá, ha sido capaz de realizar todo tipo de figuras artesanas. Primero, empezaron con los típicos capazos y alpargatas de este material, y después siguieron haciendo con el esparto cualquier objeto o cosa que se les pasara por la mente.

Como resultado de esta singular afición, y en la misma cueva en la que hace 74 años nació Antonio, el matrimonio ha instalado su museo particular con todas sus piezas de artesanía. Una cueva, pegada a su vivienda habitual, que abren y enseñan a tantas personas como estén interesadas en visitarla y conocer su trabajo de primera mano.

En el hogareño museo exponen miles de piezas hechas a base de esparto y hilo. Alpargatas, alfombras, gorros y capazos comparten protagonismo con reproducciones en miniatura de columpios, una noria, un carro de helados e incluso varios telares para fabricar alfombras. Además, Matilde ha confeccionado una serie de muñecas de hilo. Algunas de ellas son reproducciones de protagonistas de dibujos animados y personajes de películas.

El esparto y Manuel llevan unidos toda su vida. El crevillentino explicó que "yo nací en esta misma cueva, y durante toda mi vida he visto como mis padres vivían del esparto. Ellos lo recogían de la sierra y lo trabajaban para luego poder venderlo, o intercambiarlo por comida, en la Vega Baja". Antonio Pérez indicó que, "cuando me jubile, hace once años, empecé a hacer cosas con el esparto y, poco a poco, con mi mujer hemos logrado montar el museo".

Matilde Maciá aseguró que "tenemos muchas cosas guardadas porque ha llegado un momento en el que no nos cabe todo en la habitación de la cueva". El pequeño museo suele recibir visitas de vecinos de la localidad que lo conocen y llevan allí a personas conocidas. Matilde dijo que "mucha gente viene y quiere comprarnos algunas cosas, pero nosotros no vendemos. Lo hacemos porque nos gusta y no sabríamos ponerle un precio".

El trabajo del esparto no es fácil. Antonio aseguró que "para manejarlo bien tienes que conocerlo. Sólo así y con inteligencia puedes llegar a hacer lo que quieras con él".

Hasta la fecha, han sido varias las ofertas que el matrimonio de crevillentinos ha recibido para trasladar su trabajo hasta un museo pero, pese a su avanzada edad y que ninguno de sus cuatro hijos sigue, de momento, su tradición, consideran que la obra es suya y, por eso, sólo debe permanecer en su casa.