Este año 2011 conmemoramos el bicentenario del nacimiento del virtuoso del piano más celebrado de todos los tiempos: Franz Liszt (1811-1886). Si cualquier momento es bueno para acercarnos a su música, éste lo es en particular ya que la referida efeméride nos brindará la ocasión de escuchar muchas de sus obras en conciertos.

El pianista húngaro deslumbró a Europa desde muy joven con un virtuosismo sólo equiparable al de su inspirador, el admirado violinista genovés Niccolò Paganini. En su búsqueda del "más difícil todavía", Liszt codificó el formato de concierto que actualmente llamamos "recital" (un único intérprete), estableció la costumbre aún vigente hoy día de tocar de memoria, instituyó la clase magistral y realizó innovadoras aportaciones formales y armónicas a través de sus composiciones pianísticas y sobre todo sinfónicas (no olvidemos que la historia de la música le debe la invención del Poema Sinfónico, pieza orquestal programática en un único movimiento).

En su producción pianística encontramos obras cuya estética entronca con el afectado sentimentalismo decimonónico de la más alta inspiración (Consolaciones, Liebesträume), piezas "de bravura" que exhiben un virtuosismo técnico extremo (Gran Galop Cromático, Estudios de Ejecución Trascendental), composiciones inspiradas en temas y ritmos del folclore húngaro (Rapsodias Húngaras), transcripciones de sinfonías (Beethoven, Beriloz), fantasías sobre temas operísticos (Rigoletto, La sonnambula, Norma) y obras de madurez en las cuales se aleja de su inicial lenguaje grandilocuente buscando una mayor concisión expresiva (último cuaderno de Años de Peregrinaje).

El viaje de Franz Liszt a España

En octubre de 1844 Franz Liszt inició un amplio viaje de seis meses por tierras españolas que conecta a la perfección con la atracción que despertaba en los artistas románticos la visión exótica y pintoresca de nuestro país. Probablemente el vínculo con su alumno mallorquín Pedro Tintorer, su amistad con Frédéric Chopin o especialmente su fugaz pasión con la bailarina irlandesa de adopción española Lola Montes tuvieron mucho que ver con la visita del gran pianista húngaro hacia las latitudes más meridionales de Europa.

Así, en marzo del año 1845 un Franz Liszt de 33 años pisaba suelo valenciano haciendo una de las últimas escalas en la gira por la península ibérica que había iniciado el año anterior. Ciudades como Madrid, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Granada o Lisboa habían despedido con grandes aclamaciones al genial pianista. La aristocracia había aplaudido su talento y la monarquía le había condecorado con las más altas distinciones civiles: la Real y Distinguida Orden de Carlos III concedida por la reina española Isabel II y la Cruz de la Orden de Cristo otorgada por la reina portuguesa María II.

El programa de mano de la función del 24 de marzo del hoy llamado Teatro Principal de Valencia, se hacía eco de un logro de la entidad teatral: "La Empresa aprovechando la casualidad de hallarse de paso por esta capital el célebre artista Sr. LITZ, ha podido lograr que dé un concierto extraordinario en este teatro". Afortunadamente no fue una ni fueron dos las veces que el sublime pianista se presentó ante el público valenciano. La suerte sonrió a los melómanos de aquella época ya que su estancia en la ciudad se prolongó más allá de una semana y Liszt realizó tres apariciones en el escenario del actual Teatro Principal.

Los populares temas del belcanto italiano del momento (Donizetti, Bellini y Rossini) filtrados por el genial pianista a modo de paráfrasis, fantasías, transcripciones o variaciones constituyeron el grueso del repertorio que interpretó. Pero Liszt quiso dejar muestra de su entrega al público valenciano, y en el programa de mano del concierto del 29 de marzo de 1845 encontramos: "IMPROVISACIONES sobre temas de óperas que el PUBLICO SE SIRVA INDICAR en el acto de la funcion, y que la Autoridad disponga". Un alarde aún mayor enuncia el programa del día 31 de marzo, que dice: "Luego el Sr. LISTZ (É) tocará lo que SE LE PIDA".

Cierto es que el hoy olvidado arte de improvisar al piano se hallaba en su máximo esplendor a mediados del siglo XIX, pero la atrevida propuesta de la tercera aparición en Valencia de Franz Liszt debió abrumar a cuantos presenciaron la función. Fue así como las cotas más elevadas de virtuosismo pianístico y la mayor de las perfecciones en el arte de la improvisación se dieron cita en suelo valenciano en marzo del año 1845, proporcionando emociones y anécdotas que durante años se comentaron entre los ambientes musicales, de las cuales críticos de la talla de E. López Chavarri y E. Ranch se hicieron eco.

Hoy conmemoramos el bicentenario de su nacimiento desde la admiración profunda de su valioso legado artístico, pero también desde la añoranza de tan grata presencia en tierras valencianas, que se despierta inevitablemente al evocar este glorioso capítulo de nuestra historia musical frecuentemente olvidado.