Con el paso del tiempo la arquitectura de Javier García-Solera va adquiriendo capacidad de sorprender en lo cotidiano, siendo capaz de emocionar en lo trascendente. Precisamente esto es lo que ocurre con las dos arquitecturas de construcción reciente en Mutxamel. El IES l´Allusser es una de ellas, centro docente que entró en servicio hace dos cursos. El segundo corresponde a un edificio de usos múltiples, ahora en los últimos retoques. Ambos son resultado de sendos concursos ganados por el arquitecto.

El mencionado en segundo lugar es municipal. Tiene su origen en una propuesta ambiciosa que pretendía construir varios edificios de uso público, situados en el centro de la localidad y que estarían articulados en torno de una amplia plaza, resultante de la sustitución del grupo escolar. Se trataría, por tanto, de un espacio destinado a adquirir carácter de centralidad urbana. Uno de los edificios estaba destinado a las nuevas instalaciones de la Casa Consistorial. Hubiera quedado en la plaza un edificio cultural y, tras él, el mercado de abastos. Las estrecheces económicas actuales y la imposibilidad de llevar a cabo el trueque del edificio escolar, obligaron a nuevos planteamientos. Así, sobre el solar previsto para sede municipal, ha sido edificado el Centre Social de usos dispares, que constituye un reto en acoplar programas y necesidades, pues comprende locales con talleres para asociaciones vecinales, un centro para jóvenes y las dependencias para un conservatorio de música de grado medio. Es un programa complejo que, si bien permite su utilización durante un horario muy amplio, por contrapartida exige diferenciar netamente las tres actividades.

El instituto de secundaria recoge el programa usual en estos casos. Se encuentra en un solar situado en el borde del casco urbano. Rodeado por edificios de escasa altura y poca superficie en planta, hecho con el que el centro escolar no colisiona. En su parcela queda separado en dos pastillas con una y dos plantas de altura, para las aulas y dependencias comunes en la franja de levante y, ocupando menor superficie la de instalaciones deportivas, situadas al lado de poniente de la franja intermedia de patios. El conjunto mantiene una relación de escala muy correcta con su entorno.

La proximidad temporal en estos proyectos y la realización de las obras, permite establecer considerables vínculos de toda índole. No solo entre ellos, también hay encuentros comunes con la trayectoria arquitectónica de Javier García-Solera. En el multiuso del centro urbano, la separación de la medianera hace referencia a uno de sus primeros trabajos, como fue el edificio de oficinas para la Diputación Provincial de Alicante, al tiempo que permite crear dos amplias fachadas dispuestas en paralelo, duplican la superficie de entrada de luz natural y amplían las posibilidades de relación visual con el espacio urbano próximo, también con el paisaje remoto que alcanza hasta los montes y el mar. Articula la exterior con una doble superficie compuesta de acristalamiento interior y chapa perforada en la piel exterior, mientras la fachada a la calle Carlos Soler es ciega, con un aplacado pétreo de carácter monumental, que supone la ocultación hacia esa vía principal de fachadas anodinas.

Para el instituto las fachadas son acristaladas, protegidas por los salientes voladizos. Evitan la dureza de otras soluciones, usuales en construcciones similares. Aquí los patios interiores, en paralelo a los pasillos y las aulas, permiten la entrada de luz, tiene antecedentes directos en la Escuela de Idiomas construida por García-Solera en Elche.

La instalación de distintas dependencias en las terrazas de ambos edificios, permite su utilización temporal continuada. Una ampliación llevada hacia el exterior que encuentra su antecedente en las corbuserianas Unidades de Habitación. En el instituto, la escalera principal queda suspendida en vertical, sin apoyar en el plano horizontal, hace referencia al Mies van der Rohe más exquisito. Javier García-Solera avanza en sus referencias, a la arquitectura nórdica de Jacobsen y a los italianos de los años de 1950. Tratamiento de suelos oscuros, en contraste con paños verticales blancos o con maderas claras, atestados evitando el rodapié, y también en la sustitución de aristas vivas por encuentros curvos.

El arquitecto alude a esas terminaciones de carácter amable, que lleva a los usuarios de los inmuebles, caso del instituto, a darles un trato de máxima deferencia.