Las obras del Museo de Arte Moderno de Alicante están concluidas y esta semana se procederá a su inauguración. En realidad, se trata de una entrega de obra: la Generalidad Valenciana ha corrido con los gastos de construcción del edificio que ahora recibirá el Ayuntamiento de Alicante. La inauguración propiamente dicha se producirá tan pronto el museo esté equipado con los elementos técnicos que precisa para funcionar, y una vez cuelguen los cuadros de la colección. Todo esto, como es natural, tardará unos meses, no demasiados.

Si dejamos aparte el edificio en sí, es muy poco lo que sabemos sobre el museo, hasta el momento. Como sucede con la mayoría de los asuntos culturales de la ciudad, las autoridades son poco dadas a hablar de estos temas. Tampoco los ciudadanos mostramos un interés particular por conocerlos. "Lo que sea, se verá", parece que digamos. A veces, sucede que no se ve nada, pero tampoco esto despierta una preocupación excesiva en la ciudad. Para el político, esta actitud del alicantino no deja de ser una bendición, que le permite trabajar con las manos libres, pudiendo hacer y deshacer a su gusto.

Al día de hoy, lo desconocemos prácticamente todo sobre el MACA, salvo que albergará la colección que donó Eusebio Sempere, los cuadros de Juana Francés, y los que el propio Ayuntamiento adquirió de estos artistas, en una decisión muy inteligente. ¿Son suficientes estas obras para formar un museo? Sin duda, pueden serlo. La colección de Sempere es particularmente valiosa, como pudimos comprobar cuando se exhibía en la Asegurada. Pero, en la actualidad, un museo de arte ya no puede limitarse a mostrar su colección si pretende atraer a los visitantes. Esta clase de muestras ya no satisfacen al público, que siente un perpetuo afán de novedad ante las exposiciones. Si pretende conquistar al público, un museo necesita -para decirlo en un lenguaje técnico- disponer de una política que haga atractiva e interesante su programación. De esta política no se ha dicho una palabra hasta el momento; no sabemos si existe, si en la Concejalía de Cultura se ha hablado sobre ello.

El problema principal que deberá afrontar el MACA no será, sin embargo, el de su línea de exposiciones, sino el del presupuesto, que deberá salir de los fondos municipales. Las circunstancias son muy diferentes a las de años atrás, cuando se concibió el museo. La crisis económica que tantas cosas se está llevando por delante impondrá un cambio drástico en la manera de gestionar estas instituciones. ¿Cómo piensa hacer frente el Ayuntamiento de Alicante a los considerables gastos que supone un museo? Quizá pueda aprovecharse la ocasión para pensar las cosas de otra manera. Si los años de exhuberancia han quedado atrás, habrá que suplir la generosidad de los presupuestos con inteligencia. Claro que para esto, hay que preguntar a los que entienden de estas cosas -un concejal, no lo olvidemos, es un político, no un especialista-, escucharles y actuar en consecuencia.