Para andar por casa es necesario quitarse los zapatos, y ponerse cómodo. A partir de ese instante, la mirada se repliega sobre aquellas pequeñas cosas que, al final, dan sentido a los días. La propuesta literaria de Rocío Peñalta funciona, sin duda, bajo esta premisa. Hay elementos de la realidad que nos rodea que apenas nos resultan perceptibles a primera vista, por rutinarios, por domésticos, y es la mirada de la escritora, en este caso, la que se ocupa de dar relieve y por tanto visibilidad a todos estos elementos, convirtiéndolos así en la materia esencial del libro.

Una de las primeras cuestiones que se plantea, ineluctablemente, cualquier potencial lector, es la adscribir una obra a un género. En el caso de Andar por casa estamos ante una obra difícil de definir, construida con una serie de textos de aparente heterogeneidad pero que destilan, no obstante, un mismo ambiente vital y creativo. Poco importa que algunos textos presenten formas que se asemejan a los microrrelatos o las greguerías, o que otros, de mayor extensión, muestren hechuras más clásicas. El lector encontrará, en las cerca de treinta composiciones, una mirada con la que no tardará en empatizar y que al mismo tiempo, deja un margen suficiente y necesario para el asombro, unos de los ejes sobre la que se articuló el imaginario (y que por ellos situamos como referente) de Julio Cortázar y que se halla muy presente en estas piezas. Para el escritor-cronopio la realidad era un calcetín al que había darle la vuelta, y precisamente ahí residía la razón de ser de su universo y, por extensión, de su literatura. Esta idea, no cabe lugar a dudas, envuelve las páginas de este libro.

Las narraciones (si bien tampoco cabría definirlas estrictamente como ficción, siéndolo...) que conforman Andar por casa han sido escritas con estilo claro, cercano, pero depurado, el único posible en una obra coherente, sencilla pero efectiva. En ese juego o ejercicio consciente (o inconsciente) de darle la vuelta al calcetín de la realidad, el instrumento de que dispone la escritora es la palabra, y encontraremos, en algunas piezas, el protagonismo directo y maleable de las frases hechas, de asociaciones insólitas, de referencias literarias.

Los lectores que accedan al código sencillo que Rocío Peñalta en Andar por casa no quedarán defraudados, por cuanto no hay pretensión inalcanzable en sus composiciones, ni imágenes, situaciones, personajes o ideas que, tras el velo discreto de la literatura, estos lectores no reconozcan, sin dejar de reconocerse ellos mismos, y, reconociendo, al tiempo, la honestidad y la voz propia de una escritora que no conviene perder de vista.