En fecha lejana el suplemento cultural Babelia destinaba una sección fija a tratar aspectos de la arquitectura. En el cuadernillo publicado el 8 de abril de 2000 Anatxu Zabaleascoa entrevistaba al arquitecto Peter Smithson quién con su esposa Alison, (fallecida ya cuando la conversación), habían construido entre los años 1948-54 la escuela secundaria en la localidad inglesa de Hustanton, edificio excelente de neta influencia miesina.

Smithson declaraba en aquella charla «Mies es un capítulo aparte? sus edificios fueron capaces de cargar de sentido un lugar, más allá del propio edificio. Algunas de sus obras tienen cualidades metafísicas. Esas cualidades no las pudo diseñar él: son una consecuencia de su diseño. Sus edificios aislados alcanzaron tal nivel de perfección que un teólogo hubiera asegurado que se trataba de trabajos divinos». Es cierto que Mies eleva su arquitectura, en la austeridad de la aparente sencillez, a cotas inalcanzadas y difíciles de superar, en particular la realizada en la etapa inicial.

El arquitecto inglés refería cómo los edificios de Mies van der Rohe fueron capaces de otorgar sentido a un lugar. Cuánto alcance tenía referirse entonces a la Neue Nationalgalerie de Berlín, la última obra del maestro alemán. Más notoria es la apreciación cuando en el año 1968 fue construida en tierra de nadie, junto a la arrasada Potsdamerplatz, ante el muro que, por entonces, dividía la ciudad.

Smithson alude de manera directa a las cualidades metafísicas de algunas obras, quizás las iniciales. Si consideramos la Metafísica como la parte de la Filosofía que estudia la estructura de la realidad y el sentido de todo ser, o bien se adentra en argumentos teológicos. Podemos considerar encaminada las aseveraciones, en cuanto que Mies trasluce la formación católica en su infancia y el posterior interés en la obra de San Agustín y Santo Tomás, influyeron en el desarrollo de su trabajo como arquitecto. Mies es un buen conocedor del dibujo como instrumento y del pensamiento preliminar de sus edificios, como evidenciaba en los pertenecientes a los años veinte, adelantándose en aquellas soluciones a sus contemporáneos, utilizando la planta libre, con los tabiques en disposición ortogonal asimétrica, no contiguos, esto es, sin intersecciones materiales, que a la vez resultan casi ilimitados, como mostraba en el proyecto no realizado para una villa de ladrillo. Eran, por tanto, soluciones abstractas que, de otra parte, estaban también en las obras de los pintores y arquitectos holandeses vinculados al constructivismo y a De Stijl, hecho nunca reconocido por Mies.

Materializó estos planteamientos en su obra más notable de aquella etapa, el pabellón de Alemania en la Exposición Internacional de Barcelona. Manifiesta la planta en disposición libre, la sencillez de los volúmenes, así como la relación continua entre el interior y el exterior, sin descuidar la monumentalidad lograda con un edificio bajo y alargado, recurriendo a materiales lujosos, aceros pulidos en la estructura vista y mármoles exóticos y cuasi raros en las terminaciones de la piel. Con esos mismos recursos, años después, concluyó la Galería berlinesa. «Mies describió su arquitectura como casi nada: después de casi nada, lo único que se puede hacer es nada, y eso cuesta mucho». Tal como señaló J. I. Freed en un simposio celebrado en el MoMA en 1986.