Era imposible que los concejales del Partido Popular concedieran a Arcadio Blasco el título de hijo predilecto de Mutxamel. Para que tal cosa ocurriera, estas personas necesitaban poseer unos conocimientos y una sensibilidad de los que, como es evidente, carecen por completo. Si mañana un sabio profesor intentara, pongo por caso, exponerme las ecuaciones de Yang-Mills, fracasaría de una manera total y absoluta. Todos los esfuerzos y el tiempo que me dedicara ese hombre docto y admirable no servirían para nada. Careciendo yo de una mínima disposición para las matemáticas, es imposible que entendiera una palabra de lo que me explicara. «Quod natura non dat, Salmantica non præstat». Eso no quiere decir, sin embargo, que las ecuaciones de Yang y Mills no tengan una extraordinaria importancia para la física, sino que yo carezco de la inteligencia suficiente para entenderlas.

Algo de esto es lo que -en mi opinión- les ha sucedido a los señores concejales del Partido Popular de Mutxamel. Faltas estas personas de cualquier formación y gusto estético, ¿de qué manera podrían valorar los méritos de un artista extraordinario como Arcadio Blasco? Imposible. Para apreciar el arte, para entenderlo -no digamos ya para valorar los méritos de un artista-, se precisa de una sensibilidad, de un gusto que sólo se adquiere con dedicación y esfuerzo. Por el modo como han obrado los señores concejales del Partido Popular de Mutxamel es evidente que carecen de ello. No son, en modo alguno, una excepción -digámoslo por si les sirve de alivio. No es corriente que nuestros políticos tengan una mínima sensibilidad artística; al contrario, si por algo destacan nuestros representantes públicos es, precisamente, por su falta sensibilidad para el arte. Basta ver como han decorado la mayoría de las rotondas de las vías públicas para confirmarlo. Era natural que, en estas condiciones, los señores concejales no encontraran ningún mérito en las obras de Blasco. Y si no vieron ningún mérito en ellas, ¿por qué deberían concederle el título de hijo predilecto? No hay duda de que la abstención fue una respuesta adecuada.

Si su comportamiento me parece comprensible -no diré que excusable- no puedo admitir, en cambio, que estos hombres actuaran movidos por cuestiones ideológicas, como se ha dicho. Me niego a pensar que unos concejales del Partido Popular fueran capaces de subordinar los méritos de un artista como Arcadio Blasco a su propia ideología. ¿Por qué iban a comportarse de un modo tan miserable unos representantes públicos, es decir, unas personas que representan a las gentes de Mutxamel? Si fuera así, ¿qué confianza podrían depositar los vecinos en quienes se dejan llevar por el rencor? ¿Ese es el país que deseamos construir: un país de resentimientos, de revanchas, de exclusiones, donde estemos condenados a recelar perpetuamente los unos de los otros? ¿Queremos volver al pasado? Todo ello, sin olvidar que, al declarar a Arcadio Blasco hijo predilecto, era Mutxamel y no el artista quien recibía la gloria.