Cada Cual y lo extraño sorprende desde el título: se trata de una miscelánea de relatos que comienzan con una nostalgia de los Reyes Magos, y concluye con la inoportuna cena de negocios de un hombre desorientado dentro de su propia vida. En medio hay otros diez historias, hasta completar la estructura que vertebra el libro, y que consiste en que cada uno de los cuentos está enmarcado, cronológicamente, en los meses del año. En todos hay un protagonista masculino que nos cuenta la peripecia en primera persona. Si la regla de un relato es entretener y captar la atención con rapidez, el ritmo que ha escogido Benítez Reyes es distinto: los cuentos no proponen fábulas imposibles ni tienen artificios asombrosos: nacen de una zona gris y poética, y parten de premisas como la nostalgia, la inmovilidad ante el miedo al cambio, la sorpresa del paso del tiempo o la mirada infantil sobre el mundo. En algunos de ellos, el intento se queda en un ejercicio de estilo salvado con dignidad, pero en la mayoría de ellos queda al final un nudo en el estómago, una necesidad de buscar un asidero en nuestra propia vida: llamar a casa, desempolvar ese viejo retrato de una novia de juventud, dejar de posponer ese giro radical en la vida que todos tenemos en el horizonte o preguntarse dónde se han quedado los hábitos que ya se han perdido.

Las costuras de poeta de Felipe Benítez Reyes se dejan ver en todas las historias, y podíamos pensar en un protagonista único en todos los relatos por las disgresiones, verbigracia, poéticas que cada uno hace, y por su manera de reaccionar ante los imprevistos. Casi todos miran la vida como invitados, ajenos a una fiesta a la que se les ha invitado por compromiso, y reflejan una extrañeza natural: hasta el tipo o el hecho más vulgar, mirado de cerca desapasionadamente, es un bicho raro. Esta unidad de narrador hace que este libro de cuentos se lea como una pequeña novela, lo cual lo vuelve a convertir en un volumen inusual, y la fluidez entre cuento y cuento es natural, si bien, como decimos, después de cada uno es necesario a veces detenerse para ver qué parte sensible ha tocado en el lector. Es uno de los peligros de la nostalgia: si bien hay un enorme territorio compartido por casi todos en la infancia y en las primeras relaciones amorosas, también puede caer en el riesgo de dejar frío a quien tengo un imaginario distinto.

Benítez demuestra dominar la distancia corta, pero es el más largo de los relatos, El crucero y todos los demás, correspondiente al mes de julio y que ocupa casi una tercera parte del libro, el mejor de todos ellos, quizá precisamente porque hay espacio para que se desarrolle la historia, y porque el planteamiento permite dar más juego: una pareja en crisis, que se pelea durante un crucero, sin posibilidad de que ninguno de los dos abandone el barco. Entremedias, hay una colección de imágenes memorables, y de instantes que apuntan a una trama más compleja y rica, y que convierte a cada una de las historias en una pequeña novela en potencia. La sensación que queda al terminar Cada cual y lo extraño es que se ha leído un artefacto raro, algo diferente a lo que se publica de manera habitual, un secreto que se ha de compartir rápidamente para poder compartir la turbadora sensación que queda al cerrar definitivamente el libro.