Poemario

En diciembre de 2007 comenzó la aventura lírica de la editorial barcelonesa Huacanamo con la publicación del primer poemario de Vicente Llorente (Elda, 1973), Menú del día. Más de una treintena de títulos después y tras cinco años y medio, Llorente regresa a la colección en la que publicó su opera prima. El resultado es Degeneración en generación, un libro maduro, directo, en el que se unen las múltiples facetas del autor y que llega a las prensas tras el volumen misceláneo BAR(Breve antología de rescatados) (2010), una suerte de antología multigenérica.

Vicente Llorente estudió piano, canto y composición en Alicante y en Madrid. Ha aparecido en diversas antologías de poesía y participado en proyectos musicales con Mario Benedetti, Daniel Viglietti, Adolfo Celdrán, Paco Ibáñez, Rafael Amor, Ismael Serrano y Albert Pla. Ha musicado poemas de Miguel Hernández, Álvaro García, Roger Wolfe, Antonio Porpetta y Karmelo C. Iribarren. También ha compuesto la banda sonora, dirigido y actuado en diferentes cortos, algunos de ellos premiados en distintos festivales de cine.

Como afirma José Manuel Guerrero, la obra de Vicente supone "un magnífico ejercicio que convierte en poesía lo cotidiano, una suerte de épica (o lírica) de lo diario, con un estilo limpio donde abundan las frases acertadas y los juegos de palabras, actualizando el refranero popular con su peculiar humor ácido". Y es que, no en vano, el humor y la vida diaria son dos de los ingredientes fundamentales de la poesía de Vicente Llorente.

Degeneración en generación es una colección de cuarenta y cinco poemas, por lo general breves, todos ellos con título, que afrontan la propia existencia en un mundo hostil que se retrata con ironía y humor. La primera composición, Plan B, es casi una poética del fracaso o la derrota: "Porque el juego / era / perder / para ganar sus besos / promiscuos, / gregarios". Entre esas piezas breves, aparece, esporádicamente, un poema extenso, como el magnífico Llaves, que traza un recorrido por la vida del poeta a través de las llaves que ha ido utilizando, en tiempos y lugares remotos: "Llaves que abren casas: / He tenido más. // Por suerte, / ninguna de ellas es mía".

Entre las resonancias de otros autores que podemos encontrar en Degeneración en generación, hay dos, sin duda, que merecen ser destacadas. Se trata de ciertos ecos de Roger Wolfe y Karmelo C. Iribarren, los iniciadores del realismo sucio en España. Netamente iribarriano es, por ejemplo, Ocio a todo el mundo (el juego con los títulos es una de las características más llamativas de este poemario de Llorente): "Un suicidio es esto de vivir: / Ir tirando. // Un café a mediodía, / una vuelta por el barrio / y la sombra de lo que fui / cortándome el paso". No falta el humor en Como nuevo, cuyo último verso, "¿Tú crees que así se puede ir a la moda?", es una pregunta que el yo poemático le lanza al amigo que le ofrece un traje en desuso.

Divagaciones de un vago en vacaciones hace honor a su título y plantea una situación absurda que, sin embargo, podría acabar con el mundo tal como lo conocemos: "Si fuéramos todos daltónicos / los semáforos podrían estar en / ámbar / rojo / verde. / El caos sería la norma". Siesta, en cambio, propone una tregua, ya que, tras un rato de descanso, el doble que nos mira desde el espejo nos deja en paz por una vez y se reconcilia momentáneamente con nosotros y con la vida: "A veces basta con dormir un poco. // Al despertar, / ese que se parece a ti / sigue solo ante el espejo / pero no bosteza // ni se duele de haber nacido".

En realidad, Degeneración en generación supone una visión amarga, pero no exenta de ironía, del mundo contemporáneo, que nos ha convertido en seres absurdos que no buscan la felicidad, sino un bienestar material que, no obstante, se ha revelado insuficiente. Como afirma el poeta en Un nuevo concepto del amor, "los grandes pilares del capitalismo / son la mejor ley contra el divorcio". Hacia el final del libro, el poeta recibe una llamada de su hermano muerto en Me suena ese teléfono y le dedica a su propio hijo las dos últimas composiciones del poemario, Legado al hijo y la imprescindible La vida en redondo, cuyos versos cierran estas líneas: "Papá / cuando yo sea mayor / podré cambiar esa bombilla / que cuelga del techo. // Y cuando tú seas pequeño / me pedirás / que te la cambie. // Y jugarás de nuevo".