Domingo Chinchilla (València, 1964) es narrador oral, actor y rapsoda. Desde 1995 comienza a dedicarse profesionalmente a la interpretación, trabajando sobre todo en el teatro alternativo y en creaciones propias. Como narrador oral trabaja básicamente para adultos y adolescentes, integrando todo tipo de historias. A partir de 2007 comienza a realizar pequeños proyectos audiovisuales. En el momento actual comparte su actividad de narrador con la de rapsoda en recitales de creación propia. Acaba de presentar Històries, una pieza audiovisual donde la narración recupera sus espacios habituales.

¿De dónde surge la idea de hacer un documental sobre narración oral?

En realidad no se trata de un documental como tal, ya que no es un trabajo sobre la narración oral como se da en la realidad, sino una ficción sobre el hecho de narrar. La idea surgió de una forma espontánea, como suele ocurrir en los trabajos creativos. Tuve una imagen, que finalmente no aparece en la película, y a partir de ahí comencé a pensar en situaciones cotidianas donde pudiera darse el hecho narrativo.

¿Ha buscado apoyo en instituciones o patrocinadores para hacerlo?

No. En principio era como un experimento, a ver qué salía, con el fin de ser un trabajo para consumo de los propios participantes, pero al comenzar a editarlo me di cuenta de que podía llegar a un poco más, es decir, presentarlo al público general y no solo en ámbitos especializados.

¿Por qué decidió sacar los cuentos de su espacio habitual -bibliotecas, teatros, colegios- para situarlos en medio de acciones cotidianas, como conducir, cocinar o doblar la ropa?

En realidad es al revés, el espacio habitual de los cuentos era el ámbito doméstico (sobremesa, a la hora de dormirÉ). Ocurre que la profesionalización de la actividad ha llevado los cuentos al espacio público (bibliotecas, colegios, teatrosÉ) y a ser escuchados por un número amplio de personas, que es como mucha gente los conoce ahora.

Y sobre el objetivo no tenia ninguno en concreto, más que la ocurrencia primaria, la experimentación. Más tarde, con el trabajo finalizado, sí he desarrollado algunas conclusiones al respecto: por ejemplo, que para contar una historia solo es necesario alguien que cuente y alguien que escuche, o que el tono íntimo dota a las historias de la carga emocional que existe entre el emisor y el receptor, o devolver los cuentos al ámbito privado, su espacio naturalÉ Pero como digo son reflexiones a posteriori.

¿Cómo ve el panorama para los narradores orales, a la luz de los recortes en cultura, bibliotecas, educaciónÉ?

Creo que estamos a merced de lo que ocurra en general con la financiación de la cultura. Hasta ahora eran nuestros impuestos los que hacían posible el hecho cultural. A partir de ahora la cultura vuelve a estar en manos de la voluntad de los mecenas actuales, en el caso de la narración oral, pueden ser las editoriales o los AMPAS en el caso especifico o las fundaciones y grandes empresas en el caso de la cultura general, lo que genera una situación de marginación de aquellos narradores que no respondan al modelo estándar y por lo tanto una reducción de la libertad de elección de los usuarios de cultura.

También creo que en el caso concreto de la narración oral, por su juventud como oferta cultural, aún no se había enraizado en un ámbito determinado, por ello el futuro es más incierto, aunque parece ser que es el terreno educativo donde parece que se está aferrando con más fuerza contra su desaparición, al menos en el País Valenciano.

¿Cuál de las piezas de Històries ha sido más difícil de grabar?

Todas han tenido su dificultad específica. Para mí, como realizador, la que se desarrolla paseando por la montaña. Para el narrador la que se desarrolla conduciendo, ya que para Valentí era difícil concentrarse en conducir y narrar al mismo tiempo. Y para todos la que se desarrolla en la estación del metro donde teníamos que esperar a que no pasara ningún tren para rodar.

¿Cree que Històries ayudará a dar a conocer mejor el oficio de cuentacuentos?

Lo que sí creo es que tras ver la película te apetece que alguien te cuente una historia, bien en la intimidad o bien compartiendo un auditorio.

Si no le importa, nos gustaría acabar con un cuento para los lectores, en apenas cuatro líneas.

Todos los domingos a las ocho de la tarde Manuela se masturbaba. Era el momento en que la tenía más presente, casi podía escucharla, notar su piel, su aroma, era como si estuviera de nuevo con Isabel, de la que hacía tantos años fue separada traumática y violentamente al hacer público su amor. Por eso Manuela esperaba hasta el domingo, cuando la presencia de Isabel era prácticamente real, no podía pasarse, tenía que llegar al orgasmo antes de las ocho y media, porque esta era la hora en que los enfermeros tenían la orden de darle la pastilla semanal antipsicótica.