EXPOSICIÓN

El pasado domingo, 2 de diciembre, tuvo lugar en la sala Ágora de Alcoi una acción del artista Xavi Carbonell, titulada ESSER Guilt can be an artist. Una denuncia explícita del proceder de esos intermediarios del arte: críticos, galeristas, comisarios, responsables de instituciones culturales, que sin ser artistas, deciden el éxito o el fracaso del creador. En un escenario diseñado por Gilberto Dobón, recreando la serie televisiva Dexter, en la que con gran asepsia se descuartizaba a las víctimas, normalmente asesinos en serie, perseguidos por la ley. En la sala Ágora, forrada con plástico en sus paredes y suelo, Xavi Carbonell es atado y el público armado con brochas y guantes de látex interviene sobre su cuerpo con sangre artificial. Público que representa a los críticos, galeristas, etc.

En este país, estamos viviendo tiempos difíciles, pero en lo que respecta al arte, no más complejos que en otras épocas, pues quizá nunca se ha consolidado una relación fructífera entre la sociedad y el arte. Parece que es evidente que ante necesidades más perentorias el arte pase a segundo plano. Pero es la expresión artística la que genera una sociedad más activa, aportando no soluciones a la crisis, pues eso pertenece a otro ámbito que la mayoría no podemos ni sabemos controlar, pero sí contribuyendo a formar un pensamiento crítico, un ciudadano que se sienta capaz de crear o de exigir los medios para establecer un diálogo más activo con los poderes fácticos, políticos, que rigen los destinos de todos.

En la Europa de los sesenta, el pensamiento del alemán Herbert Marcuse (1898-1979) propició un levantamiento social con repercusión mundial, a partir de una defensa de la libertad individual que dio como resultado el movimiento de una juventud que no se resignaba a pagar los desafueros de sus mayores, el movimiento hippie americano, el mayo del 68... En España, todavía en dictadura, esto se plasmó en una crítica a la "convivencia" social que imponía el régimen franquista, poniendo en cuestión y valiéndose de los medios plásticos. Desde la propia tradición del arte, artistas como los de El Paso, el Equipo Crónica o Realidad hablaban de su presente, del momento histórico que se vivía. A través de Velázquez, Goya, Picasso, el expresionismo abstracto, el Pop, Lichtenstein, las historietas del capitán Trueno, el cómic, la publicidad, sobre todo el cine, etc. En Valencia, el crítico Vicente Aguilera Cerni conectó con la intelectualidad italiana de izquierdas que estaba intentando promover un modelo cultural más progresista en su país, y, a través de ese conocimiento, estimuló en muchos artistas españoles la íntima necesidad, que ya estos mostraban, de expresar mediante la plástica una reacción contra al régimen de Franco. Ernesto Contreras, amigo y colaborador de Aguilera, compañero en esos viajes a Italia, buscando reforzar sus convicciones e ideas sobre la función del arte, hizo este papel de crítico en Alicante. Analizando y apoyando las diferentes manifestaciones artísticas, desde las más comprometidas política o socialmente, del Grup d'Elx o Alcoiarts, a la pura abstracción de pintores como Pérez Pizarro o Eusebio Sempere, que también se revelaban contra la convención estética aceptada.

Estos tiempos nos hablan de que las galerías eran espacios de debate. Se hablaba de política, de libertades, y la pregunta era qué podía hacer el arte para denunciar o por lo menos reflexionar sobre lo que ocurría. Pero en estos momentos en los que disfrutamos de una democracia consolidada, nos encontramos con que los artistas han perdido esta presencia social. Lo cual no quita para que de manera individual algunos manifiesten su crítica al sistema: Santiago Sierra, Ester Ferrer, el citado Xavi Carbonell. Esto es algo que en otros países no sucede, el artista es valorado porque la aportación que hace, ya sea a nivel nacional o provincial, tiene un reconocimiento, contrastado por unos criterios ya muy instaurados en la sociedad. En España, los artistas casi han desaparecido del ámbito social, colectivo, pero lo más grave es que estos mismos acepten su carácter marginal o elitista, cuando el arte debe buscar ante todo una repercusión en el marco social, obligándose a competir, a lo mejor en una lucha perdida de antemano, con la cultura popular.

El arte es la expresión fundamental del individuo, el mayor medio de conocimiento personal, pero también el que con mayor intensidad llega a la gran mayoría. Cuando abrimos nuestras puertas a Europa, con la democracia, sabíamos de nuestra no presencia en el ámbito internacional.

Entonces lo prioritario era saber qué estaba ocurriendo en Europa. Esto propicia, en las instituciones, las exposiciones de los artistas y movimientos que no habíamos tenido oportunidad de ver. Pero en esa recuperación, las galerías se unen a esta dinámica, y los artistas españoles pierden presencia. En esta puesta al día no se tuvo en cuenta la necesidad de dar oportunidades a los artistas españoles, que también tienen la capacidad para desarrollar los lenguajes universales de la creación, sobre todo, si se les da la oportunidad, negada durante años, de competir con el arte que se estaba produciendo fuera. De qué otra manera se crea cultura, cómo nos podemos situar al mismo nivel sin la posibilidad de trabajo. Pero la realidad es que nunca se han sentado las bases para realizar esa prospección o visión crítica de lo que se produce aquí, estableciendo eventos para contrastar las diferentes obras y autores. Situándonos como país en el contexto internacional. Los críticos se han plegado al criterio que manejan las grandes galerías, y en la actualidad su selección se basa en la constante recurrencia a estos grandes nombres, creando museos desde una idéntica lista de autores.

El arte está en un stand-by en el que es difícil ver la salida porque no tiene el apoyo social, el más importante. Los artistas están buscando constantemente las maneras para decir lo que está pasando, no de manera explícita sino desde la visión del arte. El arte tiene un gran poder de crítica, de conmover y de generar opinión. Pero si no conseguimos que tenga esa necesaria presencia en la sociedad es que ha vencido una sociedad demagógica, dispersa, opaca, en definitiva, la censura.